Opinión

Lecturas de un verano que caducó

En lo que a mí atañe parece como si el verano invitase a la reposada lectura, si por tal esa que por etapas te permite leer un libro, que de otro modo, de un tirón que se dice, imposible. Para ello hay libros que permiten lecturas a trozos y que vuelvas una y otro vez a ellos. Me han enganchado en este estío dos, sobre todo, quizás, y no sería aventurado, porque los tenía más a mano, pero que luego no defraudaron: La vida contada por un sapiens a un neanderthal, la que le cuenta el antropólogo Arsuaga al escritor Millás, y Eu que Sei, de Santiago Lamas. Si me sorprende la sapiencia en la materia de Arsuaga, no menos la erudición de Lamas.

Para un hombre ilustrado que anda inmerso entre los libros de su propia biblioteca y al que no escapan los de diaria venta en librerías, el editar un volumen con tal acopio de saber pareciere empresa fácil, cuando tan difícil dar forma a todo, hilarlo todo y en esto Lamas es un maestro consumado, según mi parecer, apoyado en la hilación e interpretación de sus numerosas lecturas. Yo iba sin ánimo de leerlo, sino de acudir a su libro cuando la ocasión propicia fuese, pero héteme ahí que me vi enganchado por sus relatos, siguiendo el hilo y andanzas de los exploradores de África, mitad soldados, mitad evangelizadores, (caso del que se pensaba perdido Livingstone, hallado por su buscador Stanley en la selva ecuatorial africana) recurriendo a ese hilo conductor del Corazón de las Tinieblas, de Conrad, incidiendo en esa salvaje colonización de África que produjo en el Congo un holocausto acaso comparable al de los nazis con los judíos. Personas dotadas de índole o carácter, caso de los exploradores colonizadores, formados en los valores humanos que se diría, luego en contacto con el medio, sus mecanismos educacionales de contención se relajan y llegan a convertirse, doblegados por el medio, la impenetrable y abafante selva, que desnorta al humano y le deja sin horizontes más allá de los cinco o diez metros, en la que el hombre sometido al impendente miedo, la codicia de la posesión o el alma redentora, lo que le lleva a cometer verdaderos crímenes en ese Congo que nadie quería y que el rey Leopoldo, un genocida, en este caso a distancia, de la categoría de un Hitler, Stalin, Mao, Franco, Pol Pot, Idi Amín o el camarada Gonzalo, de Sendero Luminoso, y tantos otros de los que infinitas muestras; el rey belga, desde la lejanía, en su palacio, crearía una sociedad comercial para la explotación de esa su finca que fue llamada el Congo Belga, lo que causaría varios millones de muertes, y mutilaciones sin cuento. En sus exequias el pueblo belga al unísono clamaría: ¡Leopoldo, asesino! Lamas se adentra también en la colonización americana, en esa diáspora del Este hacia ese Oeste de las praderas, desalojando a los indios, despojándoles de su territorio, matándoles, lo que creó el hito ese de la Frontera que tanto explotó el cine made in Hollywood. Un formidable relato apoyado en textos históricos que prolíficamente maneja Santiago Lamas dándole textura y haciendo fácil la comprensión. Se aprende de Lamas, también de las mitologías a las que alude. Lamas no regatea, en el remate del libro, elogios para esos artistiñas: Quessada, Virxilio, Alexandro, De Dios, Manzano de los que sin diseccionar sus obras dejan claro su impronta cultural atemporal, según el parecer del escritor. A Santi se le queda corto el título, pienso yo, porque podría pensarse que carece de ese tirón de los títulos sugestivos… Podría ser, si el libro en sí no desmintiese el título.

El escritor Juan José Millás para explicar lo que le va trasmitiendo Juan Luis Arsuaga para la composición de La vida contada por un sapiens a un neanderthal debe recorrer con el antropólogo los lugares más insólitos: un cementerio, un museo, una sex shop, una cueva, un basurero, un restaurante…

Desde que el australopithecus, de esa descendencia, que aunque familiarmente unida a chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes, procedían de una familia de primates que fue deviniendo en humanos pensantes poniendo en vigor la teoría de la evolución humana a partir de las experiencias de Darwin y destruyendo el mito de que nosotros vivimos más años que los humanos más antiguos. La esperanza de vida por las enfermedades, la desnutrición, fue variando a lo largo de los milenios y esa creencia de que la gente no pasaba de los 30, 40 ó 50 años debe desterrarse porque había humanos que alcanzaban edades longevas; lo que pasa es que la media de edad en cada época venía determinada por esa mortalidad infantil, hambrunas, pestes, guerras, enfermedades y accidentes a lo largo de la vida incluso los causados por animales que después fueron cazados cuando presa antes ellos, que sería a partir de la confección de armas: piedras, hachas, astas o cualquier arrojadiza como saetas, lanzas, hondas y cuando se creó el arte de la guerra desarrollado sobremanera en el Neolítico cuando el sedentarismo se fue imponiendo y ya se disputaba por la posesión de ganados, tierras o mujeres…

El libro ilustra a todos esos creacionistas que desconocen que evolución acabó con eso de atribuirle a un Creador todo esto del cosmos, del universo. Merecen estos libros no una lectura, sino el repensar en ellos con varias más, a lo que coadyuvan su amenidad e inteligibilidad.

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