Opinión

Montaraz Portugal y limítrofes

Espigueiros de Lindoso vistos desde las murallas del castillo. El pueblo aún conserva una población de casi cien vecinos.
photo_camera Espigueiros de Lindoso vistos desde las murallas del castillo. El pueblo aún conserva una población de casi cien vecinos.

Un paseo, ahí al lado de la frontera, puede depararte muchas cosas. Gastronómicamente no sé que supere a los mesones de la parte de acá, pero lo diferente atrae; así un referente, a Vila do Castro como llaman a Castro Laboreiro sus vecinos galaicos o simplemente "a vila", solo los de Entrimo, como si por proximidad la sintiesen suya. Por allá esun referente para comer, o cuando en Lindoso funcionaba  Lindo Verde de la mano de Manuel Marihneiro, que cansado o imposibilitado de continuar con el negocio parece que quiere arrendarlo a alguien que debe mantener el nivel de su predecesor, o si vas a Soâjo hallarás varios establecimientos donde dicen se come bien.

Lindoso, fronterizo con castillo en buen estado de conservación que puedes recorrer por el paseo de ronda, y que se te introduces en su torre del homenaje debes pagar, tiene una vista agradecida sobre su parque de espigueiros, allí al costado de la castellana muralla, de una fortaleza levantada cuando la independencia portuguesa, la cual pasaría más de una vez de manos portuguesas  a galaico-leonesas. Casi al pie el cementerio del pueblo que tiene sobre sus tumbas, amén de las inscripciones y recordatorio lapidarios (sobre la lápida), diversos objetos, sin que, al parecer ninguno falte.

Como el Limia después del embalse de Lindoso se encajona por unos kilómetros crea como un microclima tapado como está del norte por la sierra del Soâjo que forma parte del parque Nacional Peneda-Gerês, con las sierras del Gerês, Amarela, Soâjo y Peneda. Aquí al abrigo de los 300 metros sobre el nivel del mar, casi 100 más sobre el rio Lima, que así debería llamarse también en Galicia, se dan los naranjales, limoneros, olivos y vides, sobre todo en la ribera derecha del rio donde se halla enclavada la aldea de Ermelo, un pueblo en el declive, alargado a través de estrecho vial, que nombre tiene no solo por el vecindario, de producir naranjas de mesa y otras pequeñas, de más acidez, buenas para zumos que las gentes fronterizas compran a sacos, lo que parecería incomprensible cuando hay naranjas dulces por aquí al mismo precio (será que las venden por ecológicas sin ningún certificado de tal categoría, que uno sepa) y cuando por el Levante se están arrancando grandes plantaciones porque al productor se las pagan a a 15 ó 20 céntimos. Aquí en Ermelo a 60 céntimos y hay que ir a buscarlas; pero eso tiene algo de exótico y atractivo. Nombre tienen por allá y cuando te acercas hallarás a más de un tractor con remolque y grandes tinajas de plástico llenas con 20 kilogramos, dicen, así no son necesarias básculas o cosas así. Parece que se venden, pero se ven demasiados naranjos cargados y los vendedores al menos con el que nos topamos parecía más bien un comprador imponiendo su precio. No creemos sea práctica común por allá, porque estos vecinos destilan amabilidad.

De pasada por Soâjo, a 4 kilómetros, notables sus espigueiros (hórreos) y alguna casa. A pesar de la estrechez de la carretera que se precipita al rio Limia, merece la pena el viaje por la fermosura del paisaje, y ya si te acercas a Ponte da Barca, quedarás sorprendido por sus casas, alguna blasonada, y si vas a Arcos de Valdevez, a menos de legua, antes subirás al castillo que llaman Paço de Giela, bien conservado y sede de algún festival, en los suburbios de la villa, que tiene en el rio Vez, que nace en las estribaciones de la sierra de a Peneda, un escenario para competiciones de aguas bravas en kajak, y pasearás hoy por sus floridos árboles en las márgenes del Vez que pasa por Sistelo, allí cercano, donde se encuentra un paisaje que recuerda, en miniatura, a los bancales de arroz de China o el sureste asiático.

Este Portugal siempre incita. Las gentes de la frontera suelen acudir con asiduidad a los mercadillos que se arman en Lobios o Entrimo, más concurridos por gentes del otro lado de la porosa frontera, antaño como cerrada cal y canto y solo abierta por la semana Santa, algún mes del verano o Navidad. Estas fronteras de Ameijoeira, Lindoso, Portela de Homem, cuando cerradas, propiciaban que los limítrofes contrabandeasen de uno y otro lado sin que valiesen para sellarlas carabineros o guardinhas. Los naturales se las sabían todas, y cuando los precios aconsejaban o importar o exportar.

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