Opinión

Mucho que ver por estas nuestras sierras

Uno que anduvo no pocas veces llevando a grupos por estas montañas ahora molesto si ve más de docena hollando entre el roquedo o cuando más montaraz la cosa se presta. Será que uno se va cambiando, pues ahora amante de los grupos reducidos porque al final los grandes suelen fraccionarse en dos aquí, cuatro allá, seis acullá. Afortunadamente aún no están colonizadas las montañas en las que, salvo en días festivos, no te encuentras a nadie y aún en éstos como no sea en fechas señaladas, tampoco. Hoy los senderistas y montañeros van equipados con su GPS o cuando más con las aplicaciones que para guiarnos tienen los teléfonos o smartphone, aunque uno siempre anduvo tomando más referencias de si allí una torre, una elevación, una aldea, un pico… una intuición que funcionó y que, además, llevaba implícita la garantía de hallarte ante lo desconocido, cosa que también vende lo suyo al ponerse en marcha hacia cualesquiera de nuestras montañas entre las que un prodigio único los grandes roquedales o penedíos de la sierra del Xurés, esas montañas del Macizo Central, porque en el centro de la provincia, con San Mamede, Invernadeiro, Queixa, Samión, Fial das Corzas y otras subdivisiones montañeras, sin irnos a los lindes orientales de las sierras de más altitud, a más de 2.000 m. la de la Mina, Eixo, Segundera, Calva, compartida alguna con Zamora. Ahora mismo las nieves se han instalado por estas alturas, mientras que nuestro Macizo solamente en la nieve de Manzaneda reforzada por los cañones níveos de la estación. Otras sierras fronterizas como Esculqueira, Penas Ceibes, Larouco, Pisco, Pena, Xurés, Sta. Eufemia, Quinxo, Laboreiro sin nieves, cuando menos pasajeras sobre los llamados Picos da Fontefría que al bajar del Vieiro a Bande presentan una inconfundible silueta de picos y a su derecha, menos puntiagudos los de Sobreiro, Altar de Cabrôes, Carrís, aunque por los 1.500 m.

Sin menospreciar alturas como las de A Serra Martiñá, que fue considerada como último reducto del oso pardo galaico, aunque ahora haya un retorno de la especie por Ancares, Invernadoiro. Y también esos Faros de Avión en cuya cima un castillo y donde nace el Tea cerca de la ermita da Xesteira, o el mismo Suido también frontero con Pontevedra que ve surgir al Avia cerca de sus famosos chouzos. Los montes del Testeiro son esos alombamientos sin alturas destacadas que se contemplan por la antigua carretera de Pontevedra, allá por los altos da Fontefría.

Para un enamorado de las montañas, las nuestras lo tienen todo, y más de una vida sería preciso para pisarlas todas, que uno modestamente reconoce que sigue sorprendiéndose de novedades a cada momento, y es que la flora muda en cada estación, así que podríamos tener una visión diferente, porque aún en el más desnudo invierno los árboles otrora frondosos no carecen de encanto. Hay quien ama la primavera florida, los veranos bajo la umbría, los caducos otoños, lo fríos inviernos. Todo tiene su encanto, y más esos huidizos cérvidos que ahora en los corzos tienen su mayor población, incluso el nunca visto si no presentido lobo o la jabalina que pasa fugaz con su camada de jabatos que en el medio aun tolerables menos cuando aran caminos, prados, sembrados o se pasean por los poblados. Si pródigos en primavera los alados tan oídos en sus trinos como acomodados entre el ramaje, en toda estación, que cuando por el bosque vas serás precedido por el grito de ese córvido de colorido que es el arrendajo común; en primavera el cuco madrugador dejará oir su voz, las palomas bravías su ronroneo, y aún lentas en su despertar cuando encamadas en muros y grietas, las serpientes se hacían más presentes por el verano cuando más abundantes y frecuentemente pisoteadas por las ruedas del automóvil cuando sestean a la búsqueda de ese calor que el asfalto da. Ya ni los lagartos que frecuentísimos en las paredes se asomarán. Parece como si cada año se fuesen perdiendo reptiles, principales presas de unas rapaces en expansión. ¿Serán las de rapiña las causantes de esta disminución?

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