Opinión

Multa cane

lobo
photo_camera l antecesor de todos los canes, en España denominado canis lupus signatus, por terner en la frente diferenciador, que es una mancha negra. Los descendientes domesticados han devenido en canis y su miles de variedades por cruce devienen en muchas razas y adaptaciones. Aquí, como referente en la ruta del Foxo do Lobo en Guende, escultura de Toño Monteiro, que tiene hasta media docena de ellas en el camino al foxo o foso con todas las posturas de acecho, acatamiento, defensa...

Así decían los latinos refiriéndose cuando los perros multitud. Estamos en una era en la que se lleva tener un perrito, pero qué digo, dos tres e incluso cuatro, que aunque raro suele verse por estos pagos. Los porta perros, amos o chicas de servicio que los sacan de urbanos pises, porque ya es conocido lo que cánidos y félidos con su orina hacen, dejando un rastro para congéneres, hasta la administración de ella por lo que a poquitos mean, lo que me recuerda lo que se decía de alguien cuando orinaba frecuentemente que podría ser un mea poquitos o un mea a poquitos, que para el primero podría ser de escasísima cantidad y para el segundo de escasa también pero frecuente, por un quítame allá esas pajas.

Los canes, y suscribo en toda su parte lo que Monxardín escribía una semana ha, se han convertido en la plaga. Ya no tener can es lo mismo de raro que no ser fumador en el pasado siglo. Los canes cuando de compañía por impedimento, ceguera, o por terapia, admisibles y aun para guarda de fincas, aunque esto habría que valorarlo cuando se conocen métodos de invalidación de canes, que hacen inútil al animal. Lo peor o muy sabido es esa licencia de los amos de paseo, en contra de las ordenanzas al uso, llevan de adorno los correas o sujeciones; en cuanto ponen el pie fuera, sueltan el can para que corra, brinque, se suelte, mee, cague (eso ya lo recogen casi todos; si no los ven, claro) huela a cuanto viandante halle y, si de razas peligrosas, también se les da rienda suelta para que campen a sus anchas, laman a viandante, intimiden a paseantes, aunque mansos, porque, se dice, que el perro es el mejor amigo del hombre, será de su amo, y eso no siempre; desde luego, enemigo de todos los demás. Y amigo de su amo, no siempre.

Los perros fueron usados y lo son como animales de tracción en el Norte helado o como ornato de faraones o arma de guerra en la II Guerra  Mundial, portando explosivos o mensajes, o entrenados para atacar en las expediciones de los conquistadores españoles en América, cuando en Mesoamérica muchas civilizaciones los utilizaban para engorde y mesa, y nunca como animales de combate.

La experiencia personal

De perros puedo hablar porque, además de tener una serie de ellos en la familiar y campestre casa, por cierto de la raza  pastor alemán casi siempre, que más que guarda meaban o defecaban por toda la finca, impedían comer la fruta caída al suelo, incordiaban de continuo, había que sujetarlos y a cualquier descuido mordían hasta los codos de algún pega- anuncios recostado en la verja, amén de a unos cuantos amigos y parientes, dado que en la casa siempre irrupciones, sin contar que en un exceso de celo o de celos, uno se subiría sobre mi madre provocando su caída y su muerte como consecuencia de su ya debilitado corazón y sus años también. Otro can, de los habidos, en la muerte de mi padre que no tenía mucho en consideración a la especie de canis y si a la de canis lupus, sintiendo que en la casa un halo de tristeza, burlando la vigilancia rompió sus hábitos de jamás penetrar en la casa  asomándose a la cama donde yacía; luego en unos días se moriría. ¿de pena? ¿por la ausencia sentida? Un misterio pero aquel pastor alemán tenía esa sensibilidad.  Nosotros, luego de la caída materna, dejamos de tener canes y bien nos fue porque comenzamos a comer la fruta desprendida, tan apetitosa por madura, aquella que por no tratada tiene otro sabor.

De canes y sus molestias se dirá que yendo en bici en cualquier aldea siempre en alerta o cuando ladrantes fieramente, muro o alambrada por medio, siempre piensa uno que te acometerían con saña y si no siempre ponen en peligro al ciclista ladrándoles o acometiendo sus piernas. Cuando paseante con un hermano por los aledaños urbanos encontrando a un conocido por Bentraces que venía con un perrazo, se le advirtió que sujetase al animal; no hizo caso porque nos dijo que no hacía nada; al llegar a su lado, el can salió disparado con las fauces abiertas y de un salto pretendió apresar el cuello de mi hermano; menos mal que, entrenado en defensa personal, puso el antebrazo y logró repeler el ataque, y yo con más que bastonazos, amago de ellos, lo amedrenté también voceando con energía.  Estos y otros lances darían para una larguísima narración de sucesos, canes por medio, porque de visita a un amigo del nombrado y estando de charla en su taller de escultura, un rottweiler, por celos de su amo cercano a mi hermano, iría de cabeza contra su rodilla que estalló como estaca quebrada y aun sin romperle huesos le dejaría inutilizado por temporada.

¿Para qué se quieren los canes? Habría que preguntárselo a sus amos y todos los defenderían y defienden de tal modo que prefieren su can a cualquier humano. El gran escritor Eduardo Galeano decía que esta sociedad deshumaniza a las personas y humaniza a los perros. Ejemplos de ello, nada más pisar la calle. Un amo de perro siempre preferirá  su animal a ti, salvo excepciones. Todo girará en torno al can. En las conversaciones, si can presente, nunca fluidas porque intervendrá el animal inevitablemente si es que la atención que te prestan repartida, que a veces ni eso. Hay la excepción de quienes por terapia lo tienen o para combatir la soledad a la que la sociedad condena a todo ser humano, por anciano, inservible, demente o diferente.

Una señora paseaba tranquilamente cuando fue atacada por cuatro perros recibiendo varias mordeduras, pues el colmo, sería  denunciada  por el amo por, decía en el escrito, provocar a sus perros con una vara que portaba. Casos de niños devorados por su perros hay unos cuantos, y aún de amos. El colmo. Y para más inri me cuenta un entrañable amigo de Allariz que entraron en una de las farmacias en más de una ocasión, o en bar alzándose sobre mesa para comer lo que sus amos le daban o ellos por su cuenta arrebataban. 

Multa cane, decían los romanos, refiriéndose a la gran cantidad de los que por Roma vagaban, plaga nunca erradicada de vagabundos, o vagamundos como ahora se dice, que además de portadores de enfermedades esparcían la inmundicia por doquiera.

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