Opinión

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Como Chesi y otros más. A Chesi no le conocía, pero sí de oídas; en boca de quien me lo contó, y no es un quídam (un cualquiera), me dice que se trata de uno de los talentos de la novelística del momento, maestro del relato corto y, además, prolífico, porque va a presentar su última novela, cuando como más de una docena de libros lleva publicados, y con premios nacionales. Como no es escritor en lengua vernácula, de ahí que me pareciere un tanto marginado de los círculos galleguistas. Si no fuese que lectores existen pocos,  sometidos como estamos al imperio de la imagen, el Facebook, Instagram o Twitter. Así que ¿quién nos lee?; porque si escribes en un periódico, la mayoría de la gente pasa página y acaso se detendrá leyendo algún párrafo de una materia que le atrae; si lo leen en cafetería, club o asociación, de menos lectura todavía. Me lo encuentro, yo que no lo conocía y, abordándome, hablamos de sus proyectos porque los míos no interesan por la inmediatez, confesándole que carente de recursos para novelar algo, así que él lleno de ellos. Debemos de seguir la trayectoria de este novelista, estimado en los círculos de entendidos, acaso no en los del vulgo, por ello, tal vez, no estemos ante un autor de masas. Chesi ha trascendido lo ourensano; basta leer las positivas críticas en las ediciones culturales de El País , El Mundo, ABC para saber de su trascendencia. El nadie es profeta en su tierra parece estar vigente para José María Pérez Alvarez "Chesi".

En plena calle me encuentro a Mª Jesus Espinosa, la esposa de Eduardo Olano, que me interpela acerca del Teixedal que quieren visitar sus hijos. Me halaga que estime mi conocimiento de la zona, aunque le señalé que ahora mismo no era el mejor momento para la excursión, que en su esplendor con la caída de la hoja, allá por octubre. Eduardo Olano Gurrierán, ingeniero de montes,  ocupó varios cargos en delegaciones y presidencias, pero es en su faceta de estudioso de los tejos o teixos, el taxus baccata, tejo negro, donde me interesa con ese libro sobre los tejos del Teixedal de Casaio, que ilustró con sus espléndidas fotos José Félix Romero, quien había ilustrado, entre otras muchas publicaciones, la "Guía monumental de Ourense","Dende Lonxe (de Trabazos)", "Belem de Baltar" y "Os petos de ánimas de Ourense". José Félix les acompañó al Teixedal, lo mismo que su pariente Elías G. Gurrierán, no recuerdo si impulsor del trabajo que acabaría, acaso, en el más completo y estudioso volumen sobre ese prodigioso y centenario árbol. El Teixedal fue y sigue siendo como un referente, ese lugar al que debemos ir antes de morir, y Olano y Espinosa han trasmitido el deseo a sus hijos, aunque creo recordar que María, una de sus hijas, ya anduvo por allá. Felices paseos periféricos para esta animosa pareja, que aunque ahora no vaya al Teixedal, basta con imaginarse que por él transitan cuando como ensimismados en urbanos o periféricos paseos.

Un reencuentro con Antonio Villarino, el ilustrado de la avifauna, impulsor desde siempre de la Sociedade Galega de Historia Natural con el que embarcado en unas cuantas salidas al monte. Con libros publicados y muchos censos de aves a sus espaldas, lo que le han convertido en una autoridad en la materia, Villarino me dice que todavía sigue investigando sobre aves. Todo esto mientras Marcos Freán, otro histórico de la SGHN e Isabel proyectan en un aula del Edificio Simeón diapositivas de las aves del norte, centro y sur de Argentina, país que reúne, dicen, hasta el 30% del total de especies mundiales. Estos viajeros de las aves que armados de su cámara gastan sus tiempos vacacionales en la utilidad que a otros trasmiten, siempre interesan, y a fe que si pocos éramos si entregados a las escuetas explicaciones, porque el tiempo no daba para más, si ellos para otro tanto.

Una ciudad pequeña, que tiene una oferta cultural variada, donde los pintores más antes tanto exponían como vendían, acaso ahora de mucha exposición y poco lucro, los conferenciantes se prodigan, los deportes se practican más que antes se miraban. Casi ninguno ajeno a nosotros y si antes vivíamos de uno o dos acontecimientos anuales, ahora por semana se sirven mientras la antes límpida ciudad dicen que ahora navega en un insufrible mar de contaminación hasta límites insospechados, pero si consideramos el número de vehículos por habitante, salen las cuentas y más si añadimos la contaminación extra de unos autobuses que vomitan humos, por vetustos, perceptibles unos, invisibles otros, lo que unido a las calefacciones con el agravante de estar en una poza donde la concentración es de difícil dispersión, da como resultado hallarnos ante una de las ciudades más contaminadas del país, cuando presumíamos de vivir en un paraíso para nuestros pulmones.

Estamos en los albores primaverales y si ya sorprenden las mimosas, los árboles en flor son como monumentos de la grandeza de la floración, que, me parece, entre los frutales, en los perales alcanzará el culmen. La ciudad podría ser un vergel de verdor no solo circunscrito a los parques Miño, Barbaña, Posío, San Lázaro, Universidade, sin descartar al de Montealegre o Monte Ledo o a la playa de Oira o a ese espléndido pinar de la última urbanización de Barrocás.

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