Opinión

Un paseo por la Serra da Enciña da Lastra

Ahí, a hora y media de calmoso ir en automóvil, se encuentra la sierra da Enciña da Lastra, declarada parque  natural en el 2002 solamente en su parte gallega; la otra, la leonesa del Bierzo, no tiene esa protección.Es una sierra sorprendente porque rompe todos los cánones de las galaicas, donde el predominio del granitos, esquistos o pizarras es la dominante, mientras ésta es como un afloramiento calizo que ha dado lugar a la formación de picos puntiagudos en su extremo noroeste y a numerosas cuevas que por aquí llaman palas. La sierra, lugar de transito por su lado sur de la afamada vía romana dicha bracarensis, que unía Braga con Astorga, alberga una comunidad de especies que, dicen, acaso más de la cuarta parte de las gallegas; está a caballo de la vegetación atlántica o euroasiática y la mediterránea de jarales y encinares.


Biobra punto de salida-llegada


Es un pueblo de vida que fue floreciente, ahora no se puede decir lo mismo porque mermada su población, incrementada en fines de semana o en vacaciones, que encontramos el más idóneo para la ruta si queríamos completar el rodeo casi completo del total serrano.

De salida atravesaríamos el urbano núcleo para subir a los aledaños donde el centro de interpretación del parque, que cerrado a esa hora undécima y media. Vistazo rápido y a reemprenderla pista arriba que luego se suaviza cuando va por la ladera y se introduce entre los encinares de bajo porte por la enorme competencia entre ellos que haría imposible cualquier intento de paso a través de ellos. Pasa un todoterreno, dos, otro de vuelta. Esto molesta al montañero.

Alcanzando la plana cresta de la aquí redondeada montaña, nos plantamos en el mirador de Portela de Aguiar con esplendorosas vistas a la garganta del arroyo de Val de Callejerín y su tremendo encajonamiento en un espolón. A lo lejos, Las Médulas, y humeando la central térmica de Ponferrada. Un águila ratonera, "buxato" o "miñato" se engancha en alguna térmica corriente y desaparece en un picado a la búsqueda de alguna presa. A lo lejos, hacia el norte, en cuya dirección íbamos, Cabarcos, la parroquia y Santo Tirso, mientras bajábamos por la térrea pista y el jaral, aun no florido en los márgenes, abandonado el encinar y adentrándonos en algunos soutos bien cuidados y mas abajo siguiendo el curso del regato descrito varias alisedas o alamedas del populus alba o álamo blanco.


Cabarcos - Santo Tirso


Caminando a la vera del casi naciente arroyo, entre los altísimos álamos se divisaban las siluetas del Penouco Grande, O Tara, de los Penedos dichos genéricamente de Oulego, que sobrepasan los 1.000 metros, cuando hubimos de meternos a pesar de que lleva un tiempo sin llover entre el barro que los tractores van modelando, que menos mal quede cierta dureza cuando metidos en Cabarcos, saludados por los de la grey canina de cierto pacifismo ladratorio. Unos vecinos cuando en otras aldeas ya no quedan nos permiten algún intercambio parlamentario. Desde aquí a Santo. Tirso, casi a mitad de recorrido.

Decidimos como la hora sobrevenida y adecuada asentarnos en la plaza de la aldea en bancos y aceras casi a resguardo del sol. Tony sacaba su bocata; Pilar, una más ecológica comida; Castro, Paco y Antón, lo que si es que honores hicieron a la tarta de Loly por una colega elaborada; Sonia, con su inseparable can dicho Bama; Myriam, aplicada a su ecológica comida; Phil, un integrado escocés, más que muchos de la tierra, y el que escribe. Unos a sol y otros a sombra a la hora del llantar de más manduca que parlamento cuando comenzó el bar a abrir, acaso antes de la hora, cuando  Tony a refrescarse con una cerveza y los demás a cafés servidos por Nabor Núñez y su hijo Manuel, dedicados, en temporada, a la compra, a pie de obra y a granel, de  la castaña que por esa ladera berciana se produce para enviarla a los almacenes distribuidores. La castaña en ausencia de ganadería es el modus vivendi de los habitantes de las laderas de esta Enciña da Lastra y no las cerezas que proliferan y se pierden, para los humanos, en los árboles. En la plaza, Alex, un mocetón que dijo tener 11 años y de más de 15 parecía; Leire, que puso una nota de juventud con otro joven, entre tanto veterano.


Los pueblos del Valle


De tan bien acogidos por el vecindario costaba arrancar, pero había que medir los tiempos y con sol, que no era perturbado por nube alguna, dejamos, no sin cierto pesar, la aldea; carretera adelante  un desvío te llevaba entre el o pinar a la vera de estos picos de Oulego.

Transitando por la occidental falda de la Enciña, en un mirador, Oulego y su barriada de Valdesobreiro, y hacia el sur siguiendo el curso del Gabril, Robredo de Lastra, Porto y Real por donde transitaba la Via Nova, mientras de admiración de esa vegetal cobertura de las occidentales faldas de los Picos con madroños incrustados entre el encinar, y como río con meandros, los brezos que más patentes cuando la floración a tope dentro de un mes.

Abandonamos la carretera que de tan escaso tránsito permitía ir de cierto relax cuando a izquierda alcanzaríamos la pista señalizada, y como algo exótico, el paso por pinar. A lo lejos y a más de legua se divisaba Biobra, reluciente en el ocaso. En Biobra, ambientillo en el pabellón. Y en el bar un enrollado Pepe, que nos atendió como si de siempre nos tratase. Así rematamos una llevadera marcha que más dio que exigió.

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