Opinión

Al paso: Miguel, Willy, Rojo, Alfonso Porto, don Manuel

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photo_camera Caminos como este, cerrado por opuesto muro, se encuentra uno a veces en su deambular por esos mundos, que no es el caso de los afables amigos aquí citados, que tienen la palabra justa para hacerte amable la vida.

Casi con el pie en el estribo del bus nos saludamos, Miguel, que fue presidente del coto de caza de Penouta, allá en el oriente ourensano, famosa por su minería, ahora cesada, y por el campo da Gonza donde la Caja tenía una gran extensión de explotación patatera. No se echa sobre mí por el comentario de la caza y el séquito de depredadores que trae tras de sí. Miguel comprende lo de jabalí y más cosas, él que viajante de farmacia, como decíamos en los primeros tiempos, luego, visitador médico; de Miguel no recuerdo el apellido y sí que era hermano de un atleta de Celanova, que destacaría, al que por Labra conocíamos.

Sin pie en estribo alguno, casi me tropiezo con Willy, del que solamente por ese sobrenombre, que por el suyo de José García Calvo, acaso nadie lo reconociere. Como es tan estentóreo, hace que el entorno se entere de todo. Es que, como él mismo dice, "yo por donde paso se me nota". El caso, y de ahí que lo traiga a colación, es porque dice que me lee. Willy es el militar menos militar de los que haya, dice él, que se retiraría de coronel, con ese grado de más que el Ejército concede a su oficialidad, y se podría corroborar salvo cuando se le perciben esos como resabios de autoritarismo en conducción de caminantes por el monte, que si son tropel deben disciplinarse, aunque se confiese que más corredor que caminante- guía de muchos que por corredoiras y montes le siguen.

Y por teléfono me llama con su inconfundible tono de voz Manolo Rojo, largo tiempo en la docencia ejerciente juntamente con Marisol, su cónyuge; nacido en el val de Gomesende, tierra en la que por temporada se le verá caminando a las faldas de la sierra da Moura o Silvaescura hasta el cercano río Arnoia, allá por la minicentral de O Penedo y las minas de Escudeiros, que funcionaron hasta mediados del pasado siglo y donde el doctorPerfecto Montero, el otrora médico de Ramirás, residente en Vilavidal, iba a recoser a algún accidentado en las pausas de esos partos a los que a veces asistía allende la frontera a lomos de su caballo, como otro colega del lugar de Arnoia, el doctor Lorenzo al que sus vecinos en lápida rememoraron, y no así a doctor Montero que a sus 90 años aun salía de caza y de pesca hasta sus últimos días, mientras Elena, su esposa preparaba con primor sus flores y ganaba algún que otro premio. Manolo Rojo desde O Barco que más tiempo le retuvo por su profesión y le retiene ahora que o Val de su nacimiento o la Celanova por matrimonio, es un hombre de creencias, que en estos tiempos de descreídos produce cierta sorpresa, pero que dice mucho de una personalidad que solo bondad desprende.

Y mientras en estas reflexiones aparece un pariente, mocetón él y como tal de más deporte de choque como el rugby que destreza aunque le de a la bici y no a los deportes de motor donde facilidades por familiar estímulo. Pues este particular muchacho, muy viajado, me cuenta que ascendiendo a un volcán hawaiano era un placer contemplar el mar a sus pies y sentir ese temor que despiertan precisamente los volcanes que no están dormidos y que de continuo rebrotan.

Y yendo de camino hacia el extrarradio, me paro con Alfonso Porto, que docente en Geografía e Historia fue del Instituto da Ponte, luego de transitar por algunos en la provincia hasta recalar acá. Con Porto de camino en algunas salidas montaraces con sus colegas Sabela, Carmucha, Maristela, Ana, Juan Carlos…ya por el Val de A Abeleda o las Penas de Matacás, luego de saborear los racimos de una viña abandonada cuando octubre en plenitud. Alfonso me da un abrazo y me dice un piropo a mi escritura, que pudor transcribir ad pedem literae. Uno agradece el piropo de amigos. Pero sin dejarse mecer o recrear en el halago. Porque, ¿qué pensarán los indiferentes ante esta desmesura, que la amistad exagera? ¿Y, los enemigos? Alguno habrá porque no vamos a ser tan ingenuos que creamos que de ellos carecemos.

De don Manuel, cuando le abordo, rememoro aquella tienda de vestir de hombre, en boga en la ciudad por muchos años bajo el saber hacer de su propietario. Manuel, que caminante, ve reducidos ahora sus paseos de los que tan amante, por una rodilla operable, pero que no estaría de más que cuidase un poco el peso, que siempre castiga sobremanera las articulaciones. Como es hombre de propósitos, le veremos cualquier día sin muleta y podríamos hasta hallarlo en cualquier camino.

Y poco después de dejado don Manuel, en el mismo casero portal me encuentro charlando con Nacho Garbayo al que décadas ha, encontrado en el mismo lugar, como de otras dos décadas de no visto, le dije: "¡Caramba!, estás hecho un mozo"; como dando a entender por qué esa rápida transición a lo cual me contestaría: "Chicho, el tiempo pasa para todos". Y ahora me cuenta su vida cuando ausente, en la guerra de Bosnia, saltando en paracaídas y formando parte de la infantería de Marina. Reflexiono y digo: "La gente tiene más vida de la que aparenta". Y esto para todos a los que por nuestra estrechez imaginamos que reducidos a su urbano espacio donde su discurrir parecería sin otros accidentes que los de la rutina.

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