Opinión

Entre viñedos, aldehuelas y gentes del valle

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Por el norte medio provincial que linda con el Sil, este río que más datación en tiempo geológico tiene que el Miño, del que se dice o le dicen afluente, rememoro por tierras caldelás,  que el nombre les venga o por hallarse aguas cálidas o caldas o termales, o por aquello que el señor del castillo de Castro Caldelas ante la indecisión de a cual de sus hijas tomaría en matrimonio un pretendiente, le dijo aquello de: "¿Cal delas?". Esto invento parece y queda bien para una historia.

Pues en estancia de un día me viene a la memoria ese incomparable caballero que fue Gil Carlos Risco del cual,  si en el Medievo, no  podría decirse de él aquello de que buen vasallo sería si hobiere buen señor. Gil Carlos no sería de esos porque de sobrado señorío moral y empatía con el entorno y a ningún vasallaje sometiéndose ya que nunca doblegaría la cerviz al poderoso, ni la bisagra de su dorsal columna jamás se viere doblegada ante las adversidades. Pues con Gil de tanta folganza por allá donde sus antepasados si no rigieron, si administraron los bienes de la casa de Alba, pertinentes al castillo de Castro Caldelas. Por eso Vicente Risco, en aquella villa nacido, predilección sentía por esas tierras en las que no hallaría sepultura si no en las alaricanas a las que por nacimiento su consorte vinculada.

Y dejando el recuerdo de tan eximio de la Xeración Nós y de su sobrino Gil Carlos, caro amigo, que inevitables recordar cuando por allá transito,  encaramado por aquellos imponentes viñedos-donde siempre aprovechábamos algunos pámpanos con sus hijos Fer, Javi, Marta,  Icha o algún pequeñajo traído de la mano- de la llamada A Costa en la diestra ribera del Edo, que es el rio que por allí raudo se desliza, aunque lo retiene una mal llamada minicentral aguas arriba. Un espectáculo multicolor por este otoño el de estas hojas de la vid, tal vez las más vistosas de la naturaleza o me lo parecen que por allá  en Alais, donde observo el incremento de la superficie dedicada a la cepa y el ímprobo trabajo que suponen estos cultivos abancalados, cuando superadas las duras rampas ya alcanzo la aldehuela de Sío después de saborear algunos pámpanos, compitiendo, yo y los que me acompañan, con avispones, que a lo suyo, no pican con su aguijón la mano del intruso, y me encuentro con camino alfombrado de castañas que nadie coge, o más delante de nueces, que tampoco, mientras los que conmigo vienen, más atentos a las setas que deben dejar por no portar si no plásticas bolsas, que si en tales las llevases se degradarían. Las Penas de Matacás, a lo lejos, muestran los cañones de un Sil profundo que no excavó por erosión el desfiladero si no que plegamientos y fallas dejaron un lecho que luego socavado por el río más largo que pasa por Galicia.


Alambradas de espino


Observo que alambradas de espino para salvaguardar algunas fincas, que me parece están prohibidas, pero que siguen vendiendo en ferreterías como si tal. Un conglomerado de media docena de aldehuelas(Casa da Dona,  Sequeiros, O Val, Castro, O Santo, Os Cerdeiros) apenas distantes unas de otras ni aun cien metros, confirman que Galicia tiene más núcleos poblacionales que todo el hispano solar junto. En la planicie que se cae por el sur dando lugar a donde antes ladera, ahora viñedo, y esto en pocos años. Estamos en el val de Nogueira, que más nogales que cepas debió tener  de los pocos que ahora se ven. Por Abeledo, que de abeleira o avellanal procede, apetecía un café que libaríamos en Pombar en casa de mesonera que de primeras un tanto aguerrida mas luego de más que buen trato, y cuando sentados en el exterior, uno que observaba nuestro parlamento, invitado a compartir, resultaría llamarse Quique, de Navia de Suarna, antesala de Os Ancares, por lo que a uno que nos acompañaba dijo si conocía a Carlos González, predilecto de la villa, presidente que fue de las consultoras Arthur Andersen y Deloite, y que sí, que le dijésemos que hijo de la telefonista Vidal.  En esta coincidencia fue cuando se nos sumaría Toño, que aunque concejal de Castro Caldelas, más alarde hace de que él electricista. Y de tanta cordialidad y divertimiento la conversación que pocos deseos de partir hacia el monasterio, emblema del valle, el de San Paio. Una foto a la que no faltaría Elisa, la mesonera, que nos invitaría para saborear la carne de la zona que dice preparar como pocos. Le creemos y para otra quedaríamos pues aunque reticente , de entrada, a dejarse doblegar por unas bicas del Castro que insinuamos podría servirnos, para otra quedarían, que me parece mejor opción para tomadores de café que esos trocitos de dulcería que nos sirvió.

Por el monasterio de San Paio  desde hace mucho en ruinoso estado, comprendimos que su mejor salida restauradora era la del mercado hotelero…y parece que se va a reconstruir respetando su estilo, para un aumento de la escasa capacidad de alojamiento  en esta  turística Ryboira Sacrata.

Cada paso por esta nuestra geografía no hace si no enriquecer nuestro espíritu o al menos me lo parece porque vengo como henchido y no saciado de tanto que veo, con el deseo de volver de nuevo. Por el otoño, que marca el inicio de la decadencia estacional, la hermosura del campo se acrecienta, los caducifolios árboles se visten de muchos colores resaltado en contraste con los verdes de los perennifolios y las vides de esas cepas resistiendo los desplomes de las laderas, aunque aterrazadas, aun con más capacidad de colorido resaltando entre el ocre de los bancales. 

Los irrepetibles Risco parecieren como incrustados en el paisaje.

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