Opinión

Una crisis pasajera

Algo tenemos que aprender de todo cuanto nos ha pasado en estos casi dos años de drásticos cambios, de sorpresa y de pocas certezas sobre el futuro. Al menos algo deberíamos haber aprendido. También tenemos la opción de hacernos más fuertes.

Podemos aprender de lo que pasa con los grupos humanos cuando somos presa de corrientes de opinión que provocan temor y producen conductas generalizadas que afectan el equilibrio de los comportamientos sociales.

La economía es un sistema interconectado, influenciado por una fuerte globalización que parece estar dando señales de error. Lo hace cuando el atasco de un barco en un estrecho es capaz de poner patas arriba el progresivo proceso de recuperación de la actividad.

¿O no es eso lo que está pasando cuando tanto se habla del efecto negativo que puede tener la crisis de las cadenas de suministro en el mundo? Se habla de falta de juguetes, alimentos o textil en el período navideño. Los empresarios ya han comunicado que no hay peligro de un desabastecimiento pues han sido capaces de proveerse de todo lo fundamental para las necesidades de las próximas fechas.

¿Qué hay de cierto sobre la posible crisis y qué está en nuestras manos hacer?

 

LO QUE ESTÁ PASANDO

Cuando durante el tiempo de la pandemia hubo que decidir en función de la protección de las vidas ante todo, sabíamos lo que iba a pasar. Sabíamos que esa paralización de la economía iba a generar una gran cantidad de efectos adversos entre las empresas.

En el funcionamiento de la producción mundial hay cadenas de suministro, es decir, líneas de abastecimiento que tienen las empresas para poner en marcha su maquinaria y su proceso productivo. Muchos de estos suministros vienen de Asia.

Sin ir más lejos, ¿cuántas veces queriendo hacer boicot a los productos de una comunidad autónoma en España, estas acciones se han parado por el efecto negativo en cadena que tendrá sobre otras zonas del país?

Estaba claro que con la paralización de la economía en todo el mundo, muchos subproductos, materias primas o servicios primarios necesarios para producir a su vez a otros, comenzarían a fallar. El desequilibrio producido por la demanda de dichos bienes de forma desigual está afectando la capacidad de elaborarlos, de trasladarlos desde China o la India.

También los hábitos producidos por este período extraño ha cambiado la forma en que se consumen.

Pongamos uno de los ejemplos más llamativos de estos días. Si las fábricas de coches se detuvieron durante la pandemia, y el mercado empieza a requerir una mayor cantidad de coches eléctricos por cambios en las políticas gubernamentales, los suministros necesarios para producirlos, distintos a los que se venían usando para un número mayor de coches diésel, colapsarán ante la imposibilidad de surtir toda la demanda.

Es a lo que se está llamando la crisis por roturas de la cadena de suministros. Siguiendo con el ejemplo, si no se pueden producir los coches que más va a demandar el público por falta de chips electrónicos, puede ocurrir que no haya suficiente oferta para cubrir esa demanda, y en consecuencia, observemos una falta de coches que va a suponer, a su vez, un aumento en el precio: es a lo que se llama inflación.

A más personas solicitando un producto o servicio escaso, su precio aumenta.

 

UNA ACTITUD PRODUCTIVA

La precaución y estudiar mecanismos de adaptación es una opción, el miedo no lo creo. El pánico como el producido por la crisis del papel higiénico al principio del covid generó un desabastecimiento irreal e innecesario, si lo recordamos. Fue un caso clarísimo de cómo el miedo puede afectar desfavorablemente la existencia de bienes y servicios para todos.

Tras estar superando una de las mayores crisis globales de la humanidad, podemos actuar desde la calma. Estudiar alternativas y saber que, probablemente, se va a tratar de una crisis pasajera. En todo caso, presionar con una sobredemanda sobre las fallas que se puedan producir no va a ayudar a solucionar el problema.

Este puede ser un coletazo más de la crisis más grande producida por el covid, que puede llevarnos a cambiar, temporalmente, algunos de nuestros hábitos. Sin embargo, el miedo no debería ser una opción.

 

IGUAL DESCUBRIMOS…

Puede que en el proceso de entender todo lo que ha pasado, y con la perspectiva de un período de fuerte consumo como el Black Friday, Navidades y Reyes, (tan necesarios para reactivar la economía y promover la recuperación económica), activemos los mecanismos de resiliencia que ya debemos haber aprendido.

Tres reflexiones me vienen a la mente mientras la situación se desenvuelve:

1. Se presenta una oportunidad para volver a encontrar respuestas como consumidores en nuestra producción y comercio local. En alimentos, en cultura, en textil, en movilidad.

2. Así como España fue capaz de autoabastecerse desde el punto de vista alimentario durante la pandemia, podemos apuntar al fortalecimiento de nuestra industria y sector comercio. Es una conclusión que comienza a plantearse al descubrir lo que ha significado la dependencia de centros de producción tan lejanos.

3. También podríamos concluir, con las reflexiones sobre el clima aún de fondo, en una forma de consumo que fortalezca lo local, que piense en la economía de cercanías y que entienda que cuando mi vecino vende, yo también estoy mejor.

Podríamos, en definitiva, darnos cuenta de que en nuestros stocks y en nuestra capacidad productiva hay mil respuestas para pasar un buen invierno, o unas navidades como querría un gran porcentaje del mundo. Hemos demostrado nuestra resiliencia como sociedad, sigamos madurando.

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