Opinión

Aún es posible salvar la Plaza de Abastos

Desde el año 1993 la Plaza de Abastos de As Burgas está esperando por una reforma que, por fin, ahora está a punto de concluir. Una sucesión concatenada de infortunios y, sobre todo, de mediocridad política e institucional han llevado hasta la fecha, casi 30 años después, a una situación inconclusa y con un montón de incógnitas por despejar.

El estado de las obras del mercado principal de la ciudad permite aventurar su próxima finalización, pero lo que debería ser una feliz conclusión a tres décadas de espera no es más que la apertura de un nuevo periodo de incertidumbre y la constatación de que en el Concello de Ourense están los más incapaces. El presidente de los comerciantes de la Plaza de Abastos, Emilio González, ha dicho en estas páginas que los usuarios del futuro mercado no conocen cómo se está materializando un proyecto que les afectará al día siguiente de que acaben las obras, cuando ellos pasen a ocupar los puestos.

Está a punto de concluir una obra importante, estéticamente agradecida, pero funcionalmente inadecuada, a decir de los placeros una vez que han hecho una fugaz visita al lugar en el que se hacen las obras. Es, por otra parte, una intervención que no resuelve la situación del rianxo, actualmente en el perímetro del edificio principal, en un estado impropio del siglo en el que vivimos. La circulación interior y los accesos están por ejecutar y en el interior del edificio hay graves carencias, como la convivencia de elementos potencialmente contaminantes con productos alimenticios o la disposición de los montacargas en lugares no idóneos. Solo son algunas de las deficiencias detectadas y que hacen presagiar que la actividad comercial puede estar amenazada, al menos en parte.

A eso habría que sumar que se desperdicia una oportunidad única: conectar el edificio de la plaza con el puente de A Burga mediante una pasarela peatonal que permitiría la permeabilidad comercial con el resto del casco antiguo a través de Doctor Marañón o Progreso y avenida de Zamora. Esa demanda, expresada en más de una ocasión por los placeros, y defendida por el Centro Comercial Abierto Ourense Centro, está dejando indiferente al Concello, como es costumbre. Para que esa dotación se pueda incorporar al proyecto es necesario el permiso de Patrimonio, correoso departamento de la Administración gallega, no siempre sensible a este tipo de demandas. No consta que se haya iniciado trámite alguno, siquiera de forma consultiva, para saber cómo hacer factible esa imprescindible conexión en un espacio protegido por la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC). 

¿Cómo es posible que se desarrolle un proyecto estratégico para la ciudad como este sin la implicación de los placeros? ¿Cómo es posible que el Concello, promotor de la obra, no haga un estricto seguimiento de una reforma que tiene un alto coste de dinero público? No es de recibo que se encargue un proyecto de esta enjundia a un arquitecto que, como si tuviese un mandato divino, ejecuta una intervención sin contar con los protagonistas y futuros usuarios del espacio rehabilitado. En su sano juicio nadie encargaría a un técnico de esta disciplina el diseño y la ejecución de un proyecto para una vivienda privada sin que el propietario y morador de la futura casa sepa la organización de los espacios y las condiciones en las que va a vivir. Que se limitase a pagar cuando la obra estuviese rematada, y punto. 

Recientes informaciones confirman que en el gobierno local se desconoce gran parte de lo que está ocurriendo puertas adentro del edificio de la plaza. ¿Qué fiscalización están haciendo los técnicos municipales y a quién reportan el resultado de sus visitas? ¿Es de recibo que se divulguen fotos en las redes sociales privadas sobre la ejecución del proyecto puertas adentro y los placeros tengan que enterarse de ese modo de cómo va a quedar el lugar en el que van a trabajar en el futuro como concesionarios que son?

Pero eso no se ha hecho y ya no hay vuelta atrás, sin embargo aún podría haber cierto margen para la esperanza. Las partes, más pronto que tarde, deben sentarse a la mesa para solventar todas las deficiencias y consensuar las acciones necesarias para evitar que se repitan errores como los cometidos en la Plaza de Abastos de A Ponte, donde se gastaron dos millones de euros y está cerrada desde que acabaron las obras, en el 2015, pese a los múltiples e inútiles intentos por reabrirla, como se encargó de prometer el alcalde Jácome.

Un solo segundo que se pierda sin llegar a un acuerdo será un riesgo más de despilfarro de dinero público en una reforma que puede herir de muerte al mercado y a quienes en él venden. En todas las ciudades las instituciones municipales miman sus plazas de abastos, salvo en Ourense donde en las últimas tres décadas parece que hubo más intentos por destruir esta actividad que potenciarla.

Urge un acuerdo y urge, sobre todo, recuperar los espacios para lo que nacieron. La Plaza de Abastos tiene que estar en su edificio y la Alameda tiene que ser lo que siempre ha sido, un lugar de recreo, una zona verde, un lugar de encuentro de los vecinos, no un lugar ocupado por un galpón grande que acoge a los placeros mientras no acaben las obras del edificio principal.

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