Opinión

Benigno Moure, el hombre imprescindible

Sería inimaginable hoy un Ourense y una Galicia sin el legado de Benigno Moure (Arnoia, 1932). Su historia es la de un niño que ingresó con diez años en el Seminario de Ourense, se aplicó como nadie la regla benedictina del “ora et labora” y construyó una alternativa de vida para aquellas gentes que no tenían posibilidades de construirse un futuro. Guarderías y escuelas para niños de familias sin recursos, centros de formación para personas de etnia gitana, comedores sociales, atención específica para emigrantes, para sordomudos, para personas con problemas de adicciones, para enfermos psiquiátricos, para mujeres maltratadas, para la tercera edad… Todo este milagro edificado en 25 años es parte de su obra y, sin embargo, al él parece poco: “Esto no es suficiente, necesitamos seguir creciendo. Nuestra meta es seguir estudiando nuevas problemáticas sociales y con la prontitud que nos permita seguir en la lucha”. Benigno Moure es, según la célebre definición de Bertolt Brecht, uno de esos hombres imprescindibles.

Benigno Moure siempre ha caminado por delante de su tiempo, inventando, donde no había nada, soluciones para los grupos más desatendidos de la sociedad. Con la calidez del asistente social y la tenacidad del emprendedor. Como coadjutor en Xinzo, una vez terminados los estudios de Teología y Derecho en Salamanca, montó una radio, y ya como delegado de Cáritas se adelantó al futuro al poner en marcha un gran proyecto con un centenar de pisos sociales, una escuela y centros de formación agraria. Corría el año 1972 y esta iniciativa pionera fue el germen de lo que hoy es la mayor red asistencial de Galicia. La Fundación San Rosendo, creada en 1992 para desligarse de Cáritas debido al volumen de actividad, cuenta en estos momentos con 70 centros repartidos por las cuatro provincias gallegas entre residencias de mayores, apartamentos tutelados, centros de discapacidad y de rehabilitación, además de tres balnearios de aguas mineromedicinales. La ocupación de las 3.500 plazas asistenciales que ofrece –el 30% son concertadas– fue el pasado ejercicio del 100% y con un presupuesto de 47,3 millones de euros la fundación genera más de 1.650 empleos directos, el 85% en el rural. Mientras otros teorizan aún cómo hacerlo, hace ya 25 años que la Fundación San Rosendo afronta la grave crisis demográfica que sufre la Galicia interior.

Benigno Moure vislumbró antes que las administraciones públicas la necesidad de atender y “acoger con cariño” y de mantener activos a ancianos asistidos, grandes dependientes, a discapacitados físicos y psíquicos y a cualquier colectivo desfavorecido. Cargó sobre sus hombros una obligación asistencial que le correspondía al Estado, a la Xunta, diputaciones y concellos y la ejecutó con clarividencia y eficiencia. Se adelantó también al otro gran problema de nuestro siglo, el envejecimiento, y evitó con ello el colapso que hoy tendría esta provincia y Galicia en la atención a los mayores. Pero por si esto fuera poca tarea, su hiperactividad, su inteligencia natural y su inquietud emprendedora le llevaron a llevar la batuta en la modernización de un sector que hoy consideramos estratégico para el futuro de la provincia. Fundó los hoteles balneario de Arnoia, Laias y Lobios que hoy son una referencia  turística imprescindible  y, al igual que el conjunto de residencias, un pulmón para la Galicia rural. No existe un caso igual en España.

Sin embargo, todavía hay quien intenta, cada vez con menos audiencia, poner el acento en el lunar que existe en esta como en toda gran obra. Es sabido que cuando el sabio señala la luna, el tonto acostumbra a mirar hacia el dedo. En 2009 Benigno Moure fue denunciado por un familiar de una anciana que había legado su herencia, 600.000 euros, a la fundación que la había acogido en sus últimos años de vida, precisamente cuando no tenía un familiar que la cuidase cada día. Fue condenado pero él mantuvo siempre la legalidad de la donación y la inequívoca voluntad de la donante de que esa herencia tuviese un fin social. “Si hay que ir a la cárcel iré, también crucificaron a Jesucristo, pero soy inocente”, afirmó en su momento. En absoluto empaña este hecho una vida y una obra altruista por la que fue distinguido, entre otros reconocimientos, con la medalla Castelao (1993) y la medalla de plata de Galicia a la Fundación San Rosendo (2004), entre otras distinciones. En cambio la provincia de Ourense todavía no ha reconocido la trayectoria y el trabajo de uno de sus ciudadanos más ilustres, como recordó esta semana Miguel Santalices, presidente del Parlamento de Galicia, durante un acto conmemorativo del 25 aniversario de la Fundación San Rosendo.  

La labor social que Benigno Moure no tiene precio ni parangón. Hablamos pues de uno de esos hombres “bos e xenerosos” que escriben la historia de Galicia. Ha llegado el momento de que la sociedad y todas las administraciones públicas (Estado, Xunta, diputaciones y concellos) se lo reconozcan con todos los honores, de forma inmediata e inequívoca. Larga vida a Benigno Moure y a todas las personas imprescindibles. 

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