Opinión

Cambio climático… recambio en Moncloa

Los gallegos en general, y los ourensanos en particular, llevamos décadas contabilizando incendios, hectáreas de monte quemado y sumando ingentes cantidades de dinero público y privado, así como recursos naturales destrozados, cuando no vidas humanas, el saldo más trágico de una pandemia medioambiental que parece no tener fin. Sabemos bien los que aquí vivimos (y queremos seguir viviendo pese a los imponderables) que las soluciones no son fáciles, que quedan siempre bien en los planos teóricos y los discursos voluntaristas al pie de las cenizas, pero esas políticas jamás se aplican una vez llega el otoño y las llamas suben al desván en espera de la primavera próxima.

Con los bomberos actuando y la gente desesperada porque las llamas les acechan, excursiones de coches oficiales se acercan a los lugares afectados para prometer no se sabe muy bien qué, promesas que se alejan a la misma velocidad con la que sale la comitiva de la zona en llamas.

Por aquí ya han pasado todos a dejar su receta, por los Gobiernos que nos han tocado en todas las Administraciones ya han pasado todos también y el problema no se soluciona, se agiganta en ocasiones. Solo faltaban argumentos vergonzosos y análisis simplistas para escurrir el bulto. Llegó Pedro Sánchez a Valdeorras a echar un vistazo a llamas y rescoldos en medio de gente con las lágrimas mezcladas con cenizas.

Antes de llegar, desde la Moncloa, Sánchez atribuyó los incendios de estos últimos días al cambio climático. No se sabe muy bien cuál es su fuente de conocimiento para llegar a semejante perogrullada. Cabe esperar argumentos mejores de quien preside el Gobierno. Alguien de su rango no puede jalonar su gestión con frases tan peregrinas e infantiles. Sin restarle un ápice de valor a lo que puede ser una propuesta de análisis, lo de Sánchez es más un ejercicio de cantinflanismo, de palabrería barata.

Los ciudadanos merecemos un presidente con más rigor en las propuestas y en sus conclusiones. Esperamos de él menos comprar argumentos de laboratorio, menos empaparse de documentos teóricos de la ONU o de los burócratas de Bruselas y más escuchar a los que sufren año tras año, con olas de calor o sin olas de calor, los efectos devastadores del fuego en sus propiedades y entorno. Ahora que la jerga imperante se pasea por la palabrería barata bautizando la España Vaciada, falta pisar algo más el terreno, para que esto no sea la España Vacilada. Ganaderos o agricultores se juegan a diario sus rentas para seguir en el tajo y dar de comer a la ciudadanía por cuatro céntimos porque la intermediación y el abuso de los operadores de distribución les asfixian. Incluso alcaldes de esa llamada España Vaciada, canalizadores de ilusiones y frustraciones de estas gentes, demuestran más conocimientos y valores.

Una vez que se apagan los discursos, ¿qué queda de protección y promoción del medio rural? Llenar de vida el medio rural es un asunto complejo, cierto, pero pasan los días y no hay medidas eficaces ni para detener su sangría ni, menos aún, para rellenar España. Es imprescindible arbitrar en forma clara y contundente rebajas fiscales, ayudas tecnológicas y acceso a internet, y dejarse de subir impuestos para recaudar más y más y más. Con estas políticas trasnochadas y decimonónicas lo único que consiguen es crear pobreza y desigualdad.

Con un presidente desnudo de prejuicios al contentarse con soltar un argumento sin peso, a la gente del común les va a quedar no solo la sensación de incapacidad en la gestión pública, sino también de que en Moncloa no hay medidas serias para el rural. Llegados a este punto, a lo mejor lo que hay es que seguir pensando en la Moncloa... en su mudanza, más en concreto.

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