Opinión

EDITORIAL | Ni una excusa más para destruir nuestros ríos

Hasta cuándo tendrá que seguir soportando Ourense el maltrato de sus ríos? La pregunta se repite día tras día mientras continúa una hemorragia que encuentra los símbolos más potentes en el Barbaña y en los vagones arrojados al Sil: ambos son recordatorios de cómo actúan los políticos cuando encuentra aliviaderos -burocracia, falta de competencias…- para escapar de sus responsabilidades y los incívicos se creen impunes. La cronología de agresiones es tan larga como nauseabunda.  Solo en las últimas dos semanas, el último capítulo -triple- lo protagonizó el mencionado Barbaña y el penúltimo, el Arenteiro. Antes, centenares más. Vertidos de gran, mediana o pequeña magnitud, muertos miles de peces como en 2009 o apenas un puñado. Ninguno es una anécdota y lo que es idéntica es la indignación de vecinos y ecologistas. Y también la dejadez de las administraciones. 

Según el último estudio de la Hidrográfica, una decena de masas de agua bajo su supuesta custodia en la provincia de Ourense están en un estado “peor que bueno” -curiosa forma de camuflar lo pésimo-. Encabeza el Barbaña, que lleva décadas en las esquelas del organismo de cuenca sin que se sonrojen sus diferentes responsables -del PP y del PSOE- . Ahora se ponen como objetivo para su mejora el 2027. Antes fue 2021 y antes 2015. Los plazos se dilatan tanto como su cacareado plan de saneamiento. En la lista negra también está el Limia o el Casaio. O el Loña, moribundo en la ciudad desde hace muchos años sin que nadie lo saque de la UCI.

En un editorial de este medio en 2015 decíamos que responsables y culpables en la situación que padecen nuestros ríos se habían mezclado hace mucho. Cinco años después seguimos peor y lo único inalterable son las víctimas. No se ha hecho nada para su protección y da igual que la contaminación sea puntual o difusa, que conozcamos los vertidos dañinos y que otros, los menos, sean inocuos. Ya no basta con decir que las depuradoras de los polígonos son insuficientes, que hay colectores inservibles y empresas irresponsables. Esas explicaciones se requerían hace lustros y ahora se repiten como mera cháchara para salir del paso. 

En todo este tiempo se podrían haber llegado a predecir algunos vertidos, teniendo en cuenta dónde y cuándo aparecen. Se podría haber reforzado la vigilancia, ideado nuevas fórmulas de control y agilizado trámites. Se podrían haber endurecido las sanciones y dar a conocer el nombre de los multados.  Se podrían… pero no, todos los responsables han preferido mirar para otro lado, tomar la muestra del vertido si toca y leer al día siguiente la noticia en el periódico. Y unas horas más tarde, olor a cloaca en el Miño o más espuma en A Farixa. Ya llegará la nueva EDAR. Pero mientras, ¿qué han hecho para salvar los ríos ourensanos en estos últimos cinco, diez, quince, veinte años? Nadie está libre. Los concellos dicen según la cercanía de las elecciones que no tienen fondos o que hacen todo lo que está en su mano. Pero la realidad es tozuda: la última agresión al Barbaña en San Cibrao, hace solo unos días, se hubiese evitado con un nuevo colector. Su proyecto estaba aprobado hace dos años, tras otros dos vertidos ahí mismo. Y unos kilómetros más abajo del mismo río conocimos una historia idéntica tras hallar porquería en septiembre. Vertido hace cuatro años, fallo en un colector detectado, proyecto para mejorarlo y… desde entonces esperando por la firma del Concello de Ourense -sancionado el mes pasado con 60.000 euros por una actuación irregular en el regato dos Muíños-. A todos estos atrancos se intenta agarrar la Hidrográfica. Pero nada dice de su errática política de sanciones -por ejemplo, solo tres expedientes en 10 meses del 2018 mientras Ríos Limpios recontaba más de 70 denuncias unos meses más tarde-. La misma contorsión efectúa la Subdelegación, escudada en proyectos interminables mientras falla en el refuerzo del compromiso de los polígonos con la sostenibilidad -hay un evidente camino por recorrer- y el diálogo con Diputación y Xunta, a los que toca controlar, mediar y presionar. 

Para la provincia debe ser tan prioritaria la llegada del AVE como el saneamiento de sus aguas. Da reparo evidenciar cómo la crisis climática se ha situado como clave para el futuro de la democracia global mientras esta provincia no es ni capaz de solucionar una problemática nacida con el desarrollismo sin control del siglo XX y que ahora, en el XXI, solo parece encontrar activistas entre los vecinos. Ellos son los que llevan décadas denunciando todas esas agresiones reflejadas fielmente en este periódico, convertido a su pesar en un cronista de la desolación, de esta autopsia del ecosistema fluvial. 

Hay medios y recursos. Lo que no se detecta es preocupación: es mejor invertir los fondos en sitios más rentables electoralmente y aquí seguir soltando cantinelas que se invierten dependiendo si toca ser gobierno u oposición. La realidad es simple. Ourense no puede seguir viviendo a espaldas de sus ríos, rematados por la codicia extractiva de las hidroeléctricas y su deficiente política ecológica. Es autolesivo que lo haya permitido durante tanto tiempo una ciudad con el Miño, Barbaña y Loña, y el diagnóstico discurre parejo por toda la provincia. En 2020 no puede haber espacio para políticos que miran para otro lado mientras los ríos se transforman en desagües y se obvian todas las directrices europeas. Toca investigar, evitar que se repitan los vertidos, sancionar y finiquitar impunidades. Basta de lavarse las manos en las maltratadas aguas de nuestros ríos. Aquí ya no cabe ni una sola excusa más.

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