Opinión

Lamentable N-120

Hasta el cooperante más inexperto en zonas de conflicto sabe que la generosidad sirve de poco si no hay una carretera por la que poder transportar la ayuda. El camino es la primera inversión de las buenas intenciones. La comarca ourensana de Valdeorras no está en guerra, pero la N-120, la vía principal que la comunica con la capital de la provincia y con el Bierzo, no es homologable al empeño de sectores económicos que fijan población como el pizarrero, el vitivinícola o el transformador de la castaña. “Es lamentable que tengamos que pedir el mantenimiento de una carretera para garantizar las condiciones de seguridad”, ya denunció Javier Rodríguez, presidente de la Asociación Empresarial de Valdeorras (AEVA) en septiembre de 2012 tras remitir una carta a la Demarcación de Carreteras de Galicia, dependiente del Ministerio de Fomento, en la que le recordaba sus competencias en la conservación de una infraestructura que da servicio a unas 30.000 personas y que cada año soporta 450.000 toneladas de pizarra que salen rumbo a los mercados internacionales. 

Siete años después, más que “lamentable” resulta escandaloso que los baches de la nacional 120 hayan regresado a la campaña electoral de las últimas elecciones generales. El compromiso de unir Ourense con Ponferrada a través de la autovía A-76 ha sido asumido por todos los gobiernos sin que esta infraestructura de 125,3 kilómetros para la que se necesitarían 1.200 millones de euros pase del papel a la pala. La situación económica, las diferencias en el trazado con demandas medioambientales y la candidatura de la Ribeira Sacra a Patrimonio Mundial de la Humanidad de fondo, y otros contratiempos políticos han hecho que la incredulidad prenda en la sociedad valdeorresa. Desde que se comenzó a hablar del proyecto en el año 2004, cinco ministros de Fomento han tenido la A-76, en forma de planos, informes, dibujos, rayas y declaraciones sobre su mesa de trabajo. El justo anhelo de estar conectados con la capital de la provincia por una vía de alta capacidad ha desaparecido de los últimos Presupuestos Generales del Estado cuando parecía que esta vez podría ser la definitiva para comenzar las obras. Sería la mejor garantía de que algún día estará terminada, de estar cerca de la asistencia sanitaria en un gran hospital, de la universidad, de las actividades culturales y deportivas de la capital, de la administración más cercana. Pero una localidad como O Barco, situada a mitad de trayecto entre Ourense y Ponferrada, se siente "atrapada" por la A-76 que no llega y por la N-120 que sigue deteriorándose. La prometida autovía no puede amparar la dejadez del Gobierno central con un vial por el que circulan cada día unos 8.000 vehículos con indiscutible riesgo por el estado del firme. La productividad y el empuje empresarial de esta comarca contrasta con la parsimonia del que tendría que facilitarle las herramientas para continuar prosperando. En el diagnóstico coinciden la Xunta de Galicia y la Junta de Castilla y León, los gobiernos provinciales de Ourense y de Lugo, las corporaciones municipales de la comarca, los empresarios, los transportistas y la sociedad en general. No están pidiendo un imposible. Sólo reclaman a un ministerio que se apellida Fomento una carretera sin baches para seguir vertebrando el territorio y evitar la despoblación del rural. Es “lamentable” que tengan que hacerlo y escandaloso que no se haya hecho ya.

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