Opinión

¿Quién puede seguir blanqueando a Jácome?

A Gonzalo Pérez Jácome hay que reconocerle su desbordante capacidad para degradarse día a día. Aunque todos conocíamos su toxicidad -para envenenar a su grupo, a sus rivales, a sus seguidores, a los funcionarios municipales o a sus socios- era imposible imaginar este nivel de corrupción ética. En realidad, la ciudad nunca fue un laboratorio de populismo microlocal ni de antipolítica: sólo estábamos asistiendo en directo a un programa de telebasura política financiado con dinero público, protagonizado por un Padre Apeles con ansias de sustituir un sistema por su propio circo de los horrores.

Jácome es el creador, producto y beneficiario del naufragio que corroe esta ciudad. Bajo su retórica de dictadorzuelo se esconde un personaje, pincelado de envidias complejos y vanidad, que lleva dos años y medio en la Alcaldía imaginando venganzas contra sus opositores. Borrarle la subvención a la Miteu y a la MOTI, el indigno maltrato a los alumnos de la Universidade Popular o ese “Jódete, que perdió” a la pareja de un atleta en la San Martiño son tres ejemplos de cómo confunde sus frustraciones privadas con lo que debería representar el Concello de Ourense. El alcalde no gobierna, repta y escupe.

La crónica política de Ourense escrita por Jácome, en alguna ocasión con extrañas complicidades de las instancias judiciales, es la narración de una descomposición orgánica. Este será su legado más doloroso. Y después quedarán las heridas socioeconómicas, las que más tiempo tardarán en cicatrizar. La capital sufre a un alcalde más interesado en hacer purgas o inventarse asesores para tener ¿donaciones? destinadas a sus bolsillos que en atender las necesidades de sus vecinos y tejer alianzas con otras administraciones. La pérdida de peso institucional de Ourense es tan evidente como el deterioro de su imagen exterior. Por eso ya ni sorprende que sea la única gran urbe de Galicia sin acceso al primer reparto de fondos europeos o haber perdido una subvención estatal de 1,4 millones de euros para la reforma de la Plaza de Abastos. La capacidad de asombro es limitada y el riesgo es acabar normalizando que, por ejemplo, el regidor de la tercera ciudad gallega vaya a declarar el día 28 de diciembre como imputado en una querella de la Fiscalía por malversación en la gestión del dinero del Concello. ¿Cómo no va a causar desasosiego leer a la Audiencia provincial acreditar la “apariencia punible” de ese supuesto desvío de fondos públicos para usos privados? ¿Cómo no van a cundir las sospechas sobre un Jácome que controla, según sus propios cálculos, “1.000 millones de euros” en contratos municipales? Con tales antecedentes y cifras sobre la mesa, nadie puede extrañarse de que soto voce circulen comentarios y suspicacias sobre subastas, cazos, mordidas y sobres sin remitente.

De la misma forma que la degradación del alcalde es integral, el horizonte de la ciudad que tiene secuestrada no puede depender de lo que se acabe dictaminando en sede judicial. Y por eso cada minuto que él sigue atrincherado en su despacho es una nueva interpelación al sostén del peor regidor de la historia democrática de Ourense. Porque si el PP perdió varios jirones de credibilidad en sus vaivenes con DO, en los últimos meses la necrosis del gobierno de Jácome ha crecido hasta convertir el pacto deforme en un acuerdo insostenible. Ahí queda su imputación, los enfrentamientos entre socios -con reproches públicos y su maniobra cruzándose en las competencias de Flora Moure en Termalismo-, el despido de los trabajadores eventuales de la oposición o el expediente de la Valedora do Pobo denunciando sus intentos para escapar de cualquier fiscalización. Jácome necesita al PP para chapotear otro rato en su fango pero el PP no puede permitirse seguir apoyando esta vergonzosa mediocridad. Ni por el futuro de Ourense ni por el futuro de su propia formación.

Los ourensanos están hartos del descrédito, de las mentiras, de los plenos enfermizos y de las delirantes ruedas de prensa. Y ante todo se rebelan frente al dramático retroceso padecido por la ciudad en su etapa más oscura, con pérdidas incalculables. Ourense exige un reinicio democrático que solo se conseguirá arrinconando políticamente a Gonzalo Pérez Jácome y situándolo lejos de la Alcaldía.

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