Opinión

Rajoy, hora de marcharse

Después de casi 37 años de dedicación exclusiva a la actividad política, a Mariano Rajoy le ha llegado el momento de bajarse del coche oficial para evitar más daño a su partido y a España. La situación es insostenible desde hace mucho tiempo y el Estado no se puede permitir a un presidente del Gobierno que bracea como un boxeador noqueado a la espera de que la campana le conceda unos segundos de aire. La única salida que le queda, y ya es demasiado tarde, es tirar la toalla por decencia en lugar de arrastrarnos a todos a la lona. Quizá tendría que haber tomado la decisión de marcharse cuando apareció “M. Rajoy” en los papeles de Bárcenas como destinatario de sobresueldos. El famoso SMS “Luis sé fuerte”, enviado al extesorero del PP cuando se descubrieron sus cuentas en Suiza, truncaría las aspiraciones de cualquier político con vocación de servicio y no de oficio, pero Rajoy prefirió atrincherarse y ahora se encuentra completamente acorralado. “El señor X del PP es Mariano Rajoy”, afirmó el periodista Pedro J. Ramírez el pasado mes de enero durante la comisión de investigación de la caja B del PP que se celebró en el Congreso. Pero en vez de dimitir por conocimiento o desconocimiento de las malas prácticas en el partido que preside, enroló a sus peones en disparatadas excusas, imposibles de sostener durante más tiempo tras la sentencia del “caso Gürtel” en la que la Audiencia Nacional incluso cuestiona la “credibilidad” del testimonio de Rajoy en el juicio. 

La zozobra que se respira en la calle Génova ha contagiado al Gobierno de los cuatro ministros reprobados por el Congreso, situación que nunca se había producido en la historia de la democracia reciente. No es de recibo intentar vapulear a la oposición con la amenaza de la inestabilidad que acarrea una moción de censura, cuando eres el culpable de quemar a tu tropa para salvar tu barba. El resto de fuerzas políticas gestionan sus intereses como también hacen Rajoy y el PP. Unos pueden pecar de inmadurez, otros de oportunismo o de excesiva avaricia y aunque es cierto que no pasamos por el mejor momento de liderazgo político, no se trata de “insidias” ni de “casos aislados de corrupción”, como intentan vender Rajoy y sus corifeos, sino de asumir hechos probados. Toca reconocer el pecado y pasar página si no quiere que el que pase a la historia sea el propio Partido Popular. 

Mientras el partido y el Gobierno se abrasan, Mariano Rajoy, impasible, continúa presenciando cómo cae la ceniza de su puro a la espera de que la situación se resuelva sin hacer nada. La gente de su confianza, como Ana Pastor, presidenta del Congreso, haría bien en ejercer de consejero en vez de palmero. La estrategia de esconder los problemas provoca indolencia, enquista los conflictos, como acabamos de ver recientemente en Cataluña, y deriva en crisis como la que hoy, si nada cambia el guión, acabará por apear al PP del Gobierno de España. Gobernar no es jugar al trile, aunque el presidente Rajoy crea que le puede seguir funcionado saltar de crisis en crisis y de convulsión en convulsión hasta la caída final. Después de casi 37 años de dedicación exclusiva a la actividad política, Rajoy ha tenido la oportunidad de comportarse como un estadista, comunicar su renuncia y salvar la presidencia para su partido. Pero ha optado por enrocarse y afianzarse en su estrategia de esperar y ver. Es esta estrategia la que hoy escribe el fin de la era Rajoy y exige un liderazgo nuevo y limpio.

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