Opinión

Váyase, señor Rajoy

A estas alturas del calendario, el futbolero Mariano Rajoy no debería cometer el error de creer que todavía queda partido. Su carrera política ha finalizado, aunque se resista a aceptarlo. Si en el deporte es imprescindible saber perder, en política es recomendable saber marchar para aparecer en la historia como un estadista en vez de como un vividor de la política. Se dice que una de las razones por las que Rajoy se negó a presentar una dimisión que paralizaría la moción de censura cuando ya la sabía perdida, es que aún aspira a tener otra oportunidad. Después de mí, el caos en la Moncloa, habría de pensar. Si dimitía, no podía volver a ser candidato del PP. Y de ahí el bochorno de pasar toda la tarde encerrado en un restaurante mientras el portavoz del PNV, Aitor Esteban, anunciaba su caída. El tremendismo es un error en el que incurre el que se niega a aceptar la derrota. Pasada la sorpresa inicial por el cambio de Gobierno, la Bolsa se recupera, la prima de riesgo se mantiene y la UE respira ante la decisión de Pedro Sánchez de gobernar con los presupuestos elaborados por el PP y aprobados por la Cámara baja, y sus convicciones europeístas. 

Rajoy pudo haberse ido con altura y responsabilidad cuando se publicaron los papeles de Bárcenas en los que aparecía M. Rajoy como beneficiario de los sobresueldos de la caja B. Como presidente del Gobierno le había tocado gestionar una crisis cíclica y global que se fue arreglando lentamente, supo aprovechar la coyuntura del bajo precio del petróleo y los estímulos del Banco Central Europeo con Mario Draghi al mando para presentar un balance económico aceptable y en ese momento tuvo la oportunidad de quedar como el líder que limpió el PP de corruptelas inveteradas. Pero prefirió ignorar esas prácticas reprobables o actuar con tibieza hasta que la sentencia del “caso Gürtel” no permitió más excusas en diferido. La marca del PP ahora cotiza a la baja, tanto que les costará recuperarla. Y no ayuda que Mariano Rajoy en su desesperación por perpetuarse en la política condene al partido a situaciones tan ridículas como vetar en el Senado sus propios presupuestos para vengarse del PNV por apoyar a Pedro Sánchez días después de respaldar las cuentas. Rajoy pudo dimitir para brindar a sus compañeros la oportunidad de presentarse con alguna baza en un proceso electoral que afrontarían desde el Gobierno en funciones, pero prefirió salvar su barba antes que las siglas que dice defender. 

Frente a los escándalos indisimulables, el PP necesita renovación y regeneración que no puede afrontar una persona que lleva cuatro décadas con cargo. La paciencia “mariana” significará perder más anclaje electoral y el deterioro irreversible de unas siglas gravemente heridas. Y eso se lo tienen que hacer ver en el Comité Ejecutivo que se celebra hoy en la calle Génova, aunque Rajoy siempre se ha caracterizado por rodearse de perfiles planos, como su estrategia. Ayer mismo, el diputado y exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo destacó en declaraciones públicas que de los ministros del primer Gobierno sólo sobrevivieron hasta el final Soraya Saénz de Santamaría, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez, “el resto, que tenía criterio propio, desaparecieron y fueron sustituidos por otros intelectualmente más dóciles”. 

El PP necesita un líderazgo sólido y una dirección sin mancha, alumbrados en un proceso limpio, abierto y democrático. Decidir sucesor a dedo, como hizo José María Aznar con Rajoy, significaría el suicidio electoral. Esta es la única receta admisible tanto para la dirección nacional como para los procesos autonómicos y provinciales si se quiere que la marca PP vuelva a seducir. El que se va no puede señalar al que deja al mando y menos cuando lo echan, que es lo que le puede pasar a Rajoy si no toma la puerta. Sería grotesco que cayese en el mismo error que acaba de cometer con la moción de censura. El PP está en un momento trascendental a un año para las elecciones municipales y autonómicas, excepto en las comunidades históricas. Se juega el futuro y Rajoy es pasado. Váyase ya, señor Rajoy, no haga más daño. Demuestre que al menos sabe marcharse de la presidencia del PP.

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