Opinión

Un 2018 aún con más sorpresas que el 2017

Cuesta creerlo pero es probable que este año nos traiga aún más sorpresas. El último cuatrimestre del 2017 fue de vértigo con Cataluña como escenario. El 6 y 7-S el Parlament se saltó las leyes españolas y las catalanes; el 1-O fue un gran fiasco de imagen con la desafortunada intervención policial -“uno de los días más gloriosos de la historia de Cataluña”, según los independentistas que tanto deben a aquel error- y suma y sigue: declaración de la Republica catalana, aplicación del 155, tocata y fuga de Puigdemont, elecciones con resultado decepcionante para los dos bandos y encarcelamientos sin flexibilidad ni siquiera por fiestas navideñas.

¿Se puede superar eso? Lo comprobaremos. Tenemos el espectáculo garantizado de Puigdemont al que se le acaba el tiempo. El 31 de enero será President de nuevo, aunque lo sea desde la cárcel -el escenario que más teme Moncloa -o se quedará como ex president errante. Entrará en el Parlament por alguna puerta falsa - si los servicios secretos no detectaron miles de urnas, pocas garantías de control ofrecen- o tendrá que regularizar sus papeles en Bélgica. Lo de ser investido por plasma no cuela. Y si cuela, seguirá el 155. 

Otro frente de sorpresas será el Partido Popular, al que le caerán este año todas las sentencias pendientes de la Gurtel y tantos escándalos insoportables de corrupción. Rajoy puede no inmutarse pero en su electorado ya comenzó el deshielo hacia el caudal de Ciudadanos. Quienes buscaban refugio allí, atemorizados por Podemos, se van liberando.“Pablo Iglesias ha cometido dos errores históricos que arruinan sus aspiraciones”, sostiene José Luis Abalos, hombre fuerte del PSOE: “El primero salvar a Rajoy cuando ya estaba firmado el pacto de gobierno Sanchez-Rivera y el otro, no defender la unidad de España. No se lo perdonarán”. Sumemos a eso el declive de Ada Colau que jugaba a equidistante, pero, como dice Inés Arrimadas, “ella y los comunes son un chollo para los independentistas”. Así que con un Pablo Iglesias que ya no da miedo, el PP, que vivió de asustar con ese fantasma, pierde voto. No se espera una renuncia pública de Rajoy a su reelección pero ya se considera factible entre su militancia porque no garantiza una victoria clara.

El año 2018 no nos traerá desde luego la sorpresa de una reconciliación entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, o de Soraya Saenz de Santamaría con la señora Cospedal, entre otras parejas de correligionarios enfrentados; pero sí parece que Pablo Iglesias puede rehabilitar a Iñigo Errejón y a Carolina Bescansa, cofundadores defenestrados de Podemos, en un intento por recuperar  tiempos de prosperidad electoral.

Ninguna sospecha de que Rajoy vaya a convocar elecciones, aunque todos declaren que la legislatura esté perdida y el Congreso muerto. Pero no descarten que en un año sin elecciones Susana Díaz adelante comicios andaluces en el otoño para no coincidir en febrero con la sentencia de los ERE que puede suponer condena para el expresidente Griñán. Y atentos al desespero de un sector del independentismo que amenaza con la alternativa de “Puigdemont o elecciones repetidas”.

Pero la sorpresa mayúscula puede llegar desde fuera de la política: la sociedad civil está harta de  la parálisis legislativa y gubernamental. Hay una ley de mediación judicial desde 2012 pero sin presupuesto para desatascar juzgados. Se arruina la hucha de las pensiones pero el Gobierno rescata las autopistas radiales socorriendo a los inversores frustrados con dos o tres mil millones de euros. Hay ayudas previstas para jóvenes en paro pero PP y PSOE no las desbloquean. No se aprueba nada relevante en el Congreso porque nadie se fía de nadie y solo piensan en elecciones. Quien paga la inoperancia política es la ciudadanía. No esperen otro 15-M de acampadas en las plazas. Fíjense en el hartazgo del  millón de profesionales que hay en España. Si deciden arrancar por fin, sumándose a los demás sectores damnificados, llegarán malos tiempos para la política. El 2018 promete.

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