Opinión

Aprobado con suspensos

Cuesta creer que entre los planes del Gobierno figure aprovechar la excepcionalidad de la pandemia para sacar adelante proyectos y leyes que en algún caso rozan el absurdo. Por no hablar de demagogia. Sería el caso de una iniciativa del PSOE, Podemos y ERC para que los alumnos de enseñanza secundaria puedan pasar de curso sin poner límite al número de suspensos. Según ha trascendido, para los impulsores de esta iniciativa que es una enmienda a la ley presentada por la ministra de Educación -la llamada Ley Celaá-, para franquear el obstáculo que suponen los exámenes bastaría con que los profesores consideren que le alumno ha "alcanzado los objetivos". Así, sin más, sin otro contraste para calibrar sus conocimientos.

En caso de prosperar, la medida abre la puerta a una rebaja de las exigencias propias de toda etapa de aprendizaje. Lejos estamos -afortunadamente- de etapas pasadas en las que regía aquel lema ominoso de "la letra con sangre entra", pero de ahí al horizonte que dibuja la enmienda y el espíritu que impulsa la ley, media un espacio para la sensatez.

Sin esfuerzo no hay progreso. En todos los órdenes de la vida, pero más si cabe en las etapas de aprendizaje en las que se forja la personalidad de los individuos. Una cosa es ayudar a aquellos alumnos que por sus características especiales presenten problemas de déficit de atención o de dislexia que les impide seguir el ritmo de las clases y otra promover la idea de que se puede pasar de curso sin aprobar las correspondientes asignaturas. Es el camino seguro para ampliar el ya de por sí inquietante nivel de fracaso escolar que reflejan las estadísticas europeas en las que España ocupa lugares negativos.

En política se ven dislates de todos los tamaños y colores pero éste es de los que sí consigue "progresar adecuadamente" en los trámites parlamentarios consolidará una torpe iniciativa que más que fruto del buenismo obedece a la insensatez de quienes -aceptemos inicialmente la buena fe de los promotores- creen que así ayudan a los alumnos menos dotados. Incluye este apartado la idea de que así será más fácil acceder a becas y otras ayudas para las que hasta ahora es necesario obtener notas elevadas. Craso error. La excelencia encuentra estímulo en la dificultad. Lo que no cuesta ,ni se valora ni rinde frutos. Quienes promueven la rebaja del nivel de exigencia escolar, son los mismos que aprueban la liquidación de las asignaturas de Humanidades en los planes de estudios escolares y ,llegado el caso, hasta en la Universidad. Su ignorancia les hace tributarios de una corriente muy extendida que induce a pensar que importa más el título que el conocimiento que lo respalda. Aunque solo sea porque están jugando con el futuro de las nuevas generaciones de españoles no estaría de más un debate abierto en el Congreso sobre éste y otros asuntos relacionados con la Educación.

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