Opinión

Debatir y asumir errores

Siempre se ha dicho que no hay peor cuña que la de la misma madera y bien dicho está. No hay más que observar las insidias y pellizcos de monja que se despachan entre los candidatos que aspiran a mandar en el PP. Son pequeñas maldades con las que tratan de suplir la falta de un debate real entre los aspirantes. Y a falta de un debate serio sobre ideas y proyectos algunos de ellos han elegido disparar contra José María Aznar, el ausente que ha regresado del Valle de las Sombras hablando de refundar el partido.

Es probable que su salida a escena haya sido provocada por algunas mezquindades previas al cargo de quienes todo se lo deben. El único que no ha renegado de su relación con él ha sido Pablo Casado, que fue su jefe de gabinete y que a diferencias de los restantes candidatos en liza -De Cospedal, Sáenz de Santamaría y García-Margallo- estaban callados y contentos cuando primero en el PP y después en la Presidencia del Gobierno, Aznar era Moisés bajando del Sinaí. 

La política es así. Hemos llegado a considerar como cosa normal los apuñalamientos entre compañeros de partido y de viaje. Debe ser la herencia visigoda. O como decía Cioran es porque los políticos se vuelven envidiosos en la medida en la que no soportan a nadie ni al lado ni menos aún arriba. 

Las cosas en el PP van mal para el PP porque los militantes se desentienden del proceso de primarias y si los de dentro no quieren saber nada es probable que estén anticipando un desinfle general. A juzgar por las naderías que algunos candidatos ingenian para salir en los telediarios o conseguir un titular de periódico el proceso adolece de falta de la imprescindible tensión dialéctica que debería acompañar un debate entre iguales pero con ideas y planes diferentes para rescatar al partido del estado de shock en el que le dejó la moción de censura. 

Nadie diría que quienes están en la lucha por hacerse con la presidencia del PP forman parte de la organización política que tiene más diputados en el Congreso y la mayoría en el Senado. El comité organizador ha cometido un gran error al negar la celebración de debates entre los candidatos. El miedo a debatir es propio de quien quiere conjugar el riesgo de la división pero en nuestros días la política es plaza pública, focos y televisión. En los debates se forjan los liderazgos, no en los despachos. Un partido que ha sido noqueado en el Parlamento por el peaje que apareja la corrupción no puede andarse por las ramas. Si de verdad quiere regenerar su imagen tendría que atreverse a debatir. Debatir y asumir errores. Todavía están a tiempo. Si no lo hacen, el proceso de primarias se cerrará en falso.

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