Opinión

Dimitir por coherencia política

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y también Abel Caballero, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, por coherencia política, deberían haber renunciado a sus respectivas encomiendas, vista la inapelable derrota sufrida por el Gobierno en el intento de aprobar un decreto que en la práctica pretendía poco menos que confiscar los ahorros de los ayuntamientos.

En el caso de Caballero, dada su condición de alcalde de Vigo -el más votado de España- , esa renuncia debería limitarse a la presidencia de la mencionada federación visto que en su día fue su voto de calidad el que decidió que diera el visto bueno al polémico decreto. Dada la trayectoria de Caballero, un político muy popular en Galicia y no excesivamente proclive -hasta la fecha- a asentir al toque de corneta de la dirección del PSOE, sorprendió que siendo buen conocedor de los problemas que padecen los ayuntamientos apoyara un decreto de corte confiscatorio. Pedro Sánchez ha convertido al viejo Partido Socialista de alma y estructura federal en una organización vertical, un aparato de poder al servicio del secretario general.

Caballero no pudo o no quiso resistir la presión en este caso de La Moncloa aunque conociendo su línea de actuación política no me extrañaría que en su fuero íntimo, como venganza por las presiones recibidas, deseara la victoria de los adversarios del proyecto. Que son alcaldes de todos los colores y por eso por primera vez en mucho tiempo en el Congreso pudimos asistir a una votación transversal que dejó atrás siglas y cordones sanitarios. La votación mereció la penas por ese final y por ver la cara de Pedro Sánchez frente a su primera gran derrota parlamentaria. 

La cara del presidente del Gobierno y la de su ministra de Hacienda de quien, por cierto, no se espera el elemental gesto de la dimisión pese a ser protagonista de un revolcón parlamentario sin paliativos. La señora Montero, médico de profesión, se debe llevar mal con los números, porque en veinticuatro horas ha salido a la palestra para decir que, bueno, en fin, que visto el rechazo del decreto, allí donde no se podían tocar los dineros del superávit de los ayuntamientos, en realidad, bien pensado, los alcaldes sí que pueden disponer de esos ahorros. El nuevo decreto que anuncia habla de 3.000 millones. Puro darwinismo político por decirlo finamente o con descaro marxista -el de Groucho- cuando aseguraba tener otros a disposición de todo aquél a quien no le gustaran sus principios.

Hablando del viejo y el nuevo PSOE quizá la señora Montero ha olvidado la lección de coherencia que dio su compañero José Luis Corcuera, ministro del Interior en uno de los gabinetes de Felipe González, que renunció al cargo cuando el Tribunal Constitucional tumbó varios artículos del polémico proyecto de Ley de Seguridad que en las crónicas parlamentarias fue bautizado como "ley de la patada en la puerta". Abel Caballero, que también fue ministro como Corcuera, seguro que recuerda aquel episodio y su desenlace. Una vez le escuché decir a Josep Tarradellas que en política se puede hacer todo. Todo menos el ridículo. Pues eso.

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