Opinión

Falta de pericia, falta de empatía

Conocida su trayectoria política y la dureza y frialdad con la que ha tratado a sus enemigos dentro del PSOE, no cabía concebir grandes esperanzas acerca del talante con el que Pedro Sánchez iba a encarar la parte más dramática de la crisis sanitaria provocada por la gripe china. Me refiero a la frialdad con la que se refiere a las víctimas pese al sobrecogedor número de muertos provocados por la epidemia. En el debate de la prórroga del estado de alarma, Pablo Casado, el líder del PP, le ha reprochado esa falta de empatía. Decía el clásico que el carácter es el destino y esa frialdad que puede ser la muleta para abrirse paso en la vida política apartando rivales se torna en contra cuando quien se pone al frente de la nave no conecta emocionalmente con los problemas del pasaje. Sánchez pronuncia correctamente los discursos pero no transmite sensación de estar comprometido con el significado de lo que dice. Suena distante, falto de calor.

Según el recuento oficial, cerca de treinta mil españoles han perdido la vida en los últimos cuarenta días, pero Sánchez al hablar de la situación difumina la hecatombe llevándola por el camino de una estadística en la que todo se mezcla: contagiados, positivos, recuperados. Cifras, números. Pero lo que nos faltan son personas, quienes han perdido la vida eran de los nuestros, familiares, amigos, vecinos. Compatriotas que se han ido pavorosamente solos y que en muchos casos, pese a lo que proclama el discurso, nunca les hicieron un test. Pedro Sánchez configuró un Gobierno elefantiásico -22 ministerios, decenas de secretarías de Estado y de direcciones generales- confiando en muchos casos la responsabilidad de conducir los asuntos del país a personas sin ninguna experiencia gestora. El caso del Misterio de Sanidad es particularmente sangrante. El ministro Salvador Illa, filósofo de profesión, fue nombrado porque era la cuota del PSC y había venido a otra cosa: a vigilar la marcha de los compromisos adquiridos por Sánchez con los separatistas que apoyaron su investidura. La encomienda para gestionar las crisis investido de autoridad máxima, le viene grande. El problema es que la falta de pericia propia y los bandazos de su equipo de asesores nos afectan a todos. Nadie dice que sea tarea fácil hacer frente a la mayor crisis sanitaria de nuestra historia reciente, pero lo que se puede exigir es que un mínimo de humildad y, desde luego, empatía. Humildad para reconocer los errores e improvisaciones y empatía con los familiares de los muertos. Qué menos.

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