Opinión

Marruecos gana

El inopinado giro copernicano dado por Pedro Sánchez en relación con la posición tradicional de España en el contencioso sobre el Sahara Occidental que mantienen Marruecos y el Frente Polisario suscita muchas dudas. Cuesta discernir. Podríamos estar ante un caso de “realpolitik” pensado para alinearse con las posiciones de EEUU, Francia y Alemania, partidarias de entregar a Rabat la soberanía del territorio en disputa bajo la fórmula eufemística de una autonomía de la que en la práctica no goza ningún territorio del Reino Alauita.

Podría ser, ya digo, ésa la razón última por la que Sánchez ha dado un volantazo político tan inesperado y sin consultar ni a sus socios en el Gobierno ni a los dirigentes de la oposición, o, podría tratarse de una más de sus improvisaciones en este caso pensada para quitarse de encima la investigación judicial del “caso Ghali”, indagatoria judicial que podríamos ver como en breve decae tras ser retirada una acusación que estaba siendo seguida con especial interés desde Rabat.

Sean estas u otras las razones que han llevado a Sánchez cambiar la política de neutralidad y acatamiento por parte de España de las resoluciones de la Naciones Unidas a las que venía obligada como antigua potencia colonial, lo cierto es que el giro está llamado a generar no pocas reacciones. La primera es la protesta del Gobierno argelino -valedor del Frente Polisario- que asegura no haber sido informado de la decisión de Sánchez y ha llamado a consultas a su embajador en Madrid. Es un hecho que podría aparejar algún tipo de represalia en el ámbito del suministro de gas. Argelia es nuestro principal proveedor de este tipo de combustible.

Al tratar de justificar el cambio introducido en la política de relaciones con Marruecos -cambio, por cierto, del que los españoles nos enteramos porque Rabat hizo público el contenido de una carta dirigida por Pedro Sánchez al rey Mohamed VI- el ministro de AA.EE., José Manuel Albares, ha dicho que tras el cambio de posición de España -que de facto viene a reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara-, Rabat ofrece garantías de respeto a la integridad territorial de España. Sabido el irredentismo tradicional de nuestro vecino del Sur respecto de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla parece más un deseo freudiano que una realidad tangible. Si se hace con el Sáhara, Marruecos crece y por lo tanto gana en recursos y en potencia. Y cuando Rabat necesite crear un foco de distracción de los problemas sociales que padece el país volverán a las andadas presionando en la frontera. O algo peor, envalentonados como están por el apoyo de Washington. Lo que parece claro es que tras el giro dado por Sánchez, Marruecos gana.

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