Opinión

Ocultar el duelo

Ojos que no ven corazón que no siente", señala un conocido refrán español. El relato "oficial" de la mayor tragedia sufrida por los españoles desde la última Guerra Civil tiende a convertir el parte de fallecimientos en una estadística despojada de duelo. La diaria cifra de muertes invariablemente se presenta jalonada del estadillo de los enfermos que habrían superado la enfermedad y todo ello envuelto en porcentajes de los que los ciudadanos que se informan a través de la televisión no disponen de posibilidad alguna de verificación.

El papel de algunas cadenas televisión en la difusión acrítica de la gestión del Gobierno está siendo fundamental. El objetivo no parece otro que difuminar los estragos específicos de la pandemia en España por el procedimiento de omitir la relación causal entre la ausencia de medidas preventivas -retraso en decretar el confinamiento, escasez de dotación de material sanitario, ausencia de test, falta de reactivos etc- y el número de decesos que podrían haberse evitado.

En el plano de lo simbólico, cobra un significado especial la ausencia de las imágenes que en toda tragedia permiten visualizar el duelo: declaraciones de familiares de los fallecidos, el ritual de las despedidas, en el caso de Madrid la acumulación de féretros en la improvisada morgue del Palacio de Hielo, etc. En suma, lo que vemos que sucede en otros países afectados por la pandemia -sobre todo en los EEUU -y nos lo cuentan los corresponsales. Aquí, la línea roja que separa la información de la propaganda ha sido rebasada por algunos de los canales de televisión en cuyos programas de debate determinados comparecientes avergüenzan por la penosa combinación de ignorancia y arrogancia.

El Gobierno no es el responsable de la pandemia, pero lo es de la gestión y las medidas adoptadas para enfrentarla. Medidas sobre las que ha planeado la improvisación. Baste el ejemplo de las rectificaciones al establecer la lista de empresas y actividades declaradas como esenciales o la eterna espera de las mascarillas cuya llegada y reparto se anuncian y no acaban de llegar para todos. Son muchos los sanitarios que denuncian el retraso en la dotación de los equipos de protección. Por no hablar de los policías y guardias civiles diariamente expuestos al contagio. Pero de estas cuestiones se habla poco en los debates y nada del horror que trasciende del protocolo seguido en algunos hospitales con los contaminados mayores de 65 años. Y mucho menos del duelo que apareja la insoportable pérdida que supone la muerte de 17.489 compatriotas. Ya se sabe, un muerto es una tragedia, mil, una estadística.

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