Opinión

Oxígeno para una dictadura

Pedro Sánchez está creando escuela. Su acreditada tendencia a decir una cosa y la contraria está siendo copiada por algunos de sus colaboradores. Entre otros la ministra de AAEE. En escenario tan principal como las Naciones Unidas la señora Arancha González Laya les brindó a los periodistas que se interesaban por la política del Gobierno español con Venezuela una perla que no pasará a los anales de la diplomacia pero servirá para engrosar el legado de la cada vez más nutrida escuela española de cinismo.

Preguntada por la representación que corresponde a Juan Guaidó, la señora González Laya ha dicho que "Guaidó es dos cosas a la vez: presidente encargado de Venezuela y líder de la oposición". Y se quedó tan ancha con la pretensión de haber zanjado la cuestión. Tan sonoro culto a la paradoja encuentra una explicación -que no justificación- en la servidumbre con la que el Gobierno de España se relaciona con Venezuela desde la entrada en el Ejecutivo de Pablo Iglesias, reconocido defensor del régimen de Nicolás Maduro.

Tan evidente es el giro en las relaciones con el Gobierno de Caracas que Pedro Sánchez, que hace un año reconoció a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuel,a le negó el pasado miércoles en el Congreso durante la sesión de control, relegándole a "líder de la oposición". No quiso recibir a Guaidó que en su gira por Europa se había entrevistado con el presidente de Francia, Emmanuel Macron; con la canciller alemana, Ángela Merkel, y con el "premier" británico, Boris Johnson. Sánchez no ha dado ninguna explicación para justificar el cambio de política en las relaciones con Venezuela. Un régimen tiránico que secuestra, tortura y ampara ejecuciones extrajudiciales según viene denunciando reiteradamente el ex presidente Felipe González. Es imposible separar la explicación de semejante cambio sin analizar las relaciones de los dirigentes de Podemos con el régimen chavista.Relaciones que se iniciaron en tiempos de Hugo Chávez y han seguido con Nicolás Maduro. Más de cuatro millones de venezolanos se han visto forzados a exiliarse. Muchos de ellos han venido a España. Amén de los lazos históricos que nos unen, sobre todo a los canarios, la solidaridad con el pueblo venezolano es un deber cívico. Un deber de demócratas. El cambio del Gobierno en relación con Venezuela es políticamente cínico y moralmente reprobable por lo que supone de balón de oxígeno para la dictadura de Maduro.

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