Opinión

Tragos amargos

A la todavía presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, le quedan varios tragos amargos por pasar desde que hoy Juan Manuel Moreno Bonilla, el candidato del PP que peores resultados ha obtenido en unas elecciones autonómicas, sea elegido presidente de todos los andaluces con el apoyo de Ciudadanos, que entrará a formar parte de su gobierno, y de Vox que le prestará los apoyos parlamentarios que necesite. Un cambio copernicano en la política andaluza que comienza con discrepancias entre los socios pero que cuenta con el pegamento del ejercicio del poder.

A partir de ahora Susana Díaz verá como los integrantes del “three party” comienzan el desmontaje de la obra de los socialistas y a auditar cuentas e instituciones que tras 36 años de gobierno continuado del PSOE pueden deparar más sorpresas que las conocidas hasta ahora y en vía judicial. A partir de ahora el PSOE asistirá a un ERE de grandes dimensiones por la sustitución de sus altos y bajos cargos de los organismos de la Junta. Y desde el puesto de jefa de la oposición que está dispuesta a ejercer es muy posible que se encuentre en la obligación de dar más explicaciones sobre su acción de gobierno que las que ofrecía en su etapa al frente del Ejecutivo andaluz.

No solo va a ser que su labor de oposición tenga los pies de barro sino que también en el orden interno el “susanismo” ha podido entrar en declive. Todos los partidos se han acostumbrado últimamente a ser solo la imagen de su líder, a clausurar el debate interno y a laminar a quienes mantienen posiciones críticas, de tal forma que cuando el líder cae, aunque haya ganado las elecciones como en el caso de Susana Díaz, todos los que aún continúan ejerciendo responsabilidades de distinto tipo tratan de alejarse del perdedor.

Trago amargo será para Susana Díaz comprobar cómo, ante la próxima campaña de las elecciones municipales, los alcaldes que quieren revalidar el cargo no desean su presencia en los mítines porque en este momento se ha convertido más en una rémora que en un apoyo. Son los mismos que hasta ayer formaban parte de su corte de seguidores. Susana Díaz padecerá el ostracismo que en su día sufrieron Rodríguez Zapatero cuando iba a dejar La Moncloa, o el mismo Pedro Sánchez en la campaña andaluza, en la que tuvo una escasa participación.   

Todo aquel que se dedica a la vida pública sabe que la pérdida del poder implica problemas de orden orgánico. Que muy pocos de los derrotados que han disfrutado de la mieles del poder resisten el paso por la oposición y menos aún aquellos que lo recuperan. Por todos estos motivos cada vez serán más las voces y las reflexiones internas dentro del PSOE que preconicen que Susana Díaz debe dejar la dirección de los socialistas andaluces y se abra un periodo de renovación que rompa definitivamente con la etapa anterior para facilitar la recuperación del apoyo de los ciudadanos que se quedaron en su casa y de los que han ido dejando de votar a los socialistas.

Desde Ferraz, tras la primera reacción extemporánea del secretario de Organización, José Luis Ábalos, pidiendo que diera un paso al lado –todas las facturas de las primarias se pasan al cobro- se ha puesto sordina al conflicto interno por la proximidad de las elecciones del mes de mayo. Será después cuando la guerra se desate sin cuartel. 

Te puede interesar