Opinión

Vicepresidencia irrelevante

Tenemos en el Gobierno a un vicepresidente -Pablo Iglesias- que tiene encomendada la cartera de Derechos Sociales pero al que durante los diez largos meses que llevamos de pandemia -cerca de setenta mil fallecidos- nadie le ha visto pisar una residencia de mayores o acercarse a un hospital para conocer de primera mano las angustias de los enfermos internados en las UCI y los esfuerzos al límite de los médicos y demás sanitarios que les atienden. Ha estado desaparecido.

Lo suyo es comparecer en las televisiones amigas dónde no le aguardan preguntas incómodas ni le van a sacar los colores rememorando declaraciones suyas de cuando agitaba en la oposición y criticaba a la casta política de la que acabó formando parte.

Está en el Gobierno porque Pedro Sánchez sólo cuenta con 120 diputados propios, pero las aportaciones de Podemos para mejorar la situación del país son escasas y se deben a la señora Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, no al negociado de Iglesias. Su papel en el Gobierno va camino de ser marginal. Tras un año al frente de una Vicepresidencia el balance de gestión es irrelevante. Se diría que está en el Gobierno de comentarista.

Sus aportaciones pasan por abrir debates que al decir de los sondeos de opinión apenas interesan a la mayoría de los ciudadanos que confiesan otras prioridades. Es el caso de sus reiterados ataques a la Monarquía o sus teorías afines al objetivo de los partidos catalanes separatistas. En ese registro su última "aportación" ha sido equiparar la situación de Carles Puigdemont -un prófugo de la Justicia- a la de los españoles republicanos obligados a exiliarse al final de la Guerra Civil tras el triunfo de las tropas franquistas. Ofende la memoria de los exiliados de la República al igualar sus sufrimientos con la situación de un personaje que huyó de España para eludir la acción de la Justicia que le reclama para juzgarle por un presunto delito de sedición.

Iglesias solo aporta división. Lo suyo es argumentario de crispación. Si Pedro Sánchez cambiara de socios dando un giro al centro, Podemos se quedaría reducido a un grupo testimonial porque -lo dicen las encuestas- ha decepcionado a buena parte de su electorado. Las grandes proclamas de cambio que incendiaban sus discursos se han reducido a ocupar poltronas ministeriales, nombrar cargos y asesores entre sus allegados, estigmatizar a periodistas que critican su gestión y generar malestar en el Ejecutivo interfiriendo en las agendas de otros ministerios -caso de Asuntos Exteriores-. O permitiendo que cargos intermedios de Podemos siembren cizaña contra otros miembros del Consejo de Ministros. Empieza a ser un misterio saber qué hace en el Gobierno, cuáles son sus aportaciones al margen de su condición de comentarista de televisión.

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