Opinión

Ahora todos sanchistas

Pase lo que pase en las primarias y en el próximo congreso, el Pesedegá lo seguirá liderando un sanchista. Puede que Gonzalo Caballero pierda el pulso con el rival que le opongan los barones díscolos, si logran ponerse de acuerdo, pero en todo caso la secretaría general de los socialistas gallegos continuará siendo afín al aparato de Ferraz. Eso es seguro. Porque no hay un solo responsable orgánico o alto cargo del partido con aspiraciones que se atreva a cuestionar el abiertamente sanchismo con todo lo que conlleva. Muchos de ellos contribuyeron en su día a la defenestración de Pedro Sanchez para después alinearse con Susana Díaz y la vieja guardia, heredera y deudora del felipismo, del guerrismo y hasta del “rubalcabismo”. Sin embargo, acabaron arrimándose al caballo ganador -más por conveniencia que por convicción- si bien les delata su escaso entusiasmo a la hora de defender la actual línea política del PSOE en el Gobierno.

Hasta aquí todo son especulaciones. Lo único cierto es que se suceden los contactos entre aquellos que siguen considerando a Gonzalo Caballero único y directo responsable de los malos resultados de las autonómicas y quieren mandarlo a casa. Como si ellos no hubieran tenido nada que ver con los malos resultados de hace un año. Se trata de reuniones, no secretas, pero sí discretas, que se filtran para hacer ruido, para ir “creando ambiente” y para que los indecisos, los escépticos y los tibios sepan que hay partido. Al parecer es la cúpula provincial de A Coruña, con Valentín Formoso y Lage Tuñas al frente, la que lleva la iniciativa en la búsqueda de una alternativa a Caballero y sus fieles. Lo arduo de su tarea no consiste únicamente en dar con los anticaballeristas de verdad, sino sobre todo en aglutinar a tan heterogénea tropa. Porque cada uno es de su padre y de su madre.

A día de hoy Gonzalo Caballero asume que, a diferencia de lo que sucedió en otros pagos, Ferraz no tiene, ni va a tener, un candidato oficialmente suyo en el proceso congresual de Galicia. No respaldará al actual secretario general. Tampoco a su eventual rival. Será neutral precisamente porque, gane quien gane, sabe que no será alguien que cuestione o ponga peros al sanchismo. Incluso aunque se trate de un sanchista converso, recién caído del caballo, no hay motivo para inquietarse lo más mínimo. No se atreverá a dar la nota, menos aún jugar a la contra. A nivel orgánico, en este PSOE el que manda, manda. Está todo atado y bien atado. Y aún lo estará más después del próximo congreso federal, cuando se acabe de ajustar el engranaje del poder interno.

Tiene bastante de injusto que Sánchez se ponga de perfil ante la posibilidad de que su incondicional aliado Caballero tenga que vérselas con un frente común de la mayoría de sus críticos. No digamos si el aparato sanchista bendice la operación, aunque sea por pasiva, dejando hacer. El actual líder de los socialistas gallegos estuvo siempre con Sánchez, antes y después de que lo defenestrarán, y, como uno de sus más fieles escuderos, le ayudó como el que más a resucitar. Se desgastó defendiendo todo lo que decidía Moncloa, incluyendo lo indefendible, y seguramente pagó por ello en las urnas. Pero la política es así: un hábitat ideal para los cínicos y territorio propicio para los oportunistas.

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