Opinión

Besteiro, en la hora del regreso

Cuando abandonó la escena política, decidió guardar un prudente silencio, que no rompió en ningún momento a pesar de las tentaciones que haya podido tener. José Ramón Gómez Besteiro no ha dicho públicamente esta boca es mía durante largos años que ha padecido el calvario judicial de la Operación Garañón. La procesión iba por dentro. Más allá de la abrupta interrupción de una prometedora carrera política, su imputación en el caso tuvo para él un elevado coste personal, familiar e incluso social. De ese desgaste nadie podrá resarcirle a pesar del alivio que supone el sobreseimiento de las actuaciones emprendidas por la jueza de Lara en la medida en que restituye su honorabilidad. Lo de volver a la primera línea de la vida pública es algo que, a partir de ahora, depende únicamente de su voluntad.

Besteiro no se fue por voluntad propia. Convencido de que todo aquello acabaría en nada, habría querido seguir en la política activa, mantener sus responsabilidades institucionales y orgánicas hasta ver en que quedaba el proceso judicial. Pero, antes de saberse si acabaría sentando en un banquillo, los suyos le enseñaron la puerta y forzaron su salida -y la de su mentor, Orozco- para poder conservar las parcelas de poder que ostentaban. Fue un adiós doloroso, con un componente de claudicación de quienes, en lugar de respaldarlo, cedieron a las presiones de fuerzas políticas que venían a resetear el sistema y para quienes, cuando a ellos les convenía, no operaba la presunción de inocencia. Ni ellos ni la jueza parecen estar dispuestos a hacer un mínimo examen de conciencia, a pesar de los pesares. 

Lo va a intentar. Su gente de confianza no tiene la menor duda de que por la cabeza de Besteiro pasa recuperar el liderazgo del Pesedegá y ser el candidato de su partido a la presidencia de Xunta en 2024. No hay prisa. Las circunstancias juegan a su favor. La pandemia tiene suspendidos los plazos para la convocatoria de los congresos que deberían culminar en la renovación, o la revocación, del mandato de Gonzalo Caballero al frente de los socialistas gallegos. El expresidente de la Diputación luguesa dispone de tiempo más que suficiente para ir trazando su hoja de ruta. Ahora bien, como buen estratega, no dará ni un paso adelante sin medir previamente el alcance de los apoyos con los que pueda contar. De entrada, tendrá que saber hasta qué punto en Ferraz siguen respaldando al actual secretario general o están dispuestos a jugar otras bazas. La suya, por ejemplo, dado que él nunca militó en el antisanchismo.

 Es probable que a estas alturas ya estén puestas en Besteiro las miradas de muchos -o de casi todos- los "notables" del Pesedegá críticos con Caballero, los que le plantaron batalla en las primarias, aquellos que le consideran un líder inconsistente y le responsabilizan de los peores resultados jamás obtenidos por el PSOE gallego en unas elecciones autonómicas. En ese frente se sitúa sin duda el barón coruñés Valentín González Formoso, que ha encontrado en la alcaldesa Inés Rey una potente aliada. En el Sur, Abel Caballero, que conserva el control orgánico del partido, no dudará en desafiar a su sobrino si hay opciones reales de arrumabarlo y de paso desafiar a Pedro Sánchez. Hasta ayer no había quien encarnase esa posibilidad. Ahora sí. Si Besteiro quiere, porque poder puede.

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