Opinión

Camilo Nogueira, el nacionalismo posibilista

Pocas veces un reconocimiento institucional suscita tal unanimidad. La Xunta concede la Medalla Castelao a Camilo Nogueira, un histórico del nacionalismo gallego que desempeñó un papel fundamental en la Transición, en el proceso autonómico y en la consolidación del autogobierno. Un político más bien socialdemócrata, moderado y pragmático, europeísta, de convicciones firmes compatibles con una actitud dialogante y constructiva, que durante muchos años pagó un alto precio por su aversión al dogmatismo y su repudio de las actitudes sectarias. Naturalmente le habría gustado que el galardón viniera de un Gobierno en mayor sintonía con sus ideales. Sin embargo, como bien nacido, lo acepta y lo agradece en nombre propio y de quienes le acompañaron en su trayectoria vital y política, subrayando que si hoy Galicia goza de autonomía política es gracias a un grupo de gente no siempre debidamente reconocida, a veces incluso denostada por los suyos, y que en gran parte se fue quedando por el camino.

El nacionalismo radical tardó décadas en perdonar a Camilo Nogueira su participación en las tareas de redacción del Estatuto de Autonomía de 1981. La Upegá, su núcleo duro, no estaba por asumir el autonomismo, porque, como ahora, defendía el soberanismo por la vía de la autodeterminación. Le reprochaban su posibilismo. Para ellos era una especie de traidor. Tambien le acusaban de un excesivo personalismo o de hacer una política elitista. Nogueira contribuyó a fundar partidos y plataformas con potentes cúpulas y casi sin bases, como el POG o Esquerda Galega. Formaciones inequívocamente izquierdistas y galleguistas pero no soberanistas, con los que aspiraba a ocupar un espacio político entre el Pesedegá y el Bloque de entonces, en el que se acabaría integrando en la última etapa de su largo recorrido en la política activa, y sin abdicar de ninguna de sus convicciones. 

Una medalla más que merecida, puesto que pocos dirigentes del galleguismo y del nacionalismo -si es que hay alguno- encarnan o han encarnado mejor que Camilo Nogueira los valores que representaba Castelao antes de la guerra y del exilio, no sólo en el ámbito ideológico o intelectual, también en el cívico. Además de una figura progresista de primer orden incluso mucho más allá de la política gallega, es uno de los pilares sobre los que se asentó el movimiento nacionalista contemporáneo, al que hizo notables aportaciones teóricas y estratégicas, siempre desde la coherencia y el realismo, con los pies en el suelo. Contribuyó a ensancharlo y hacerlo más transversal, la misma tarea en la que actualmente anda embarcada la actual lideresa del Benegá, Ana Pontón, convencida de que ese es el único camino que puede conducir a los suyos a la hegemonía electoral. O al menos a encabezar por primera vez la Xunta, horizonte que por cierto Nogueira ve cada vez más cercano. 

Circula una leyenda política según la cual Fraga decidió elevar al cinco por ciento el porcentaje mínimo para entrar en el Parlamento, no sólo con el fin de concentrar el voto de centro derecha, sino también para deshacerse de aquel Camilo Nogueira opositor constructivo pero hiperactivo y agotador. A pesar de considerarlo cansino, le profesaba un gran respeto y reconocía su decisiva contribución para alcanzar grandes consensos en materia lingüística, de símbolos, etc. De hecho, recién aterrizado don Manuel en Galicia, protagonizaron un desayuno informal que acabó dándole a Nogueira unos cuantos dolores de cabeza. Sin embargo, años después nadie parecía escandalizarse de los encuentros de Beiras con Fraga. No ha de faltar quien ahora le acuse de entreguismo por aceptar la medalla Castelao de un gobierno del PP. Son los que se escandalizan cuando niega que Galicia sea un país atrasado o sometido al caciquismo porque aquí gana la derecha, los mismos que no se dan por aludidos cuando denuncia que el problema está en la incapacidad de la izquierda y el nacionalismo para armar una alternativa viable. Y creíble.

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