Opinión

El pesedegá, otra vez a la greña

La apertura de un expediente disciplinario al diputado autonómico Martín Seco aflora una nueva crisis en el seno del PSdeG-PSOE, la primera de cierto calado desde que Valentín González Formoso accedió a la Secretaría General, hace ahora un año. El parlamentario expedientado confesó desde la tribuna que votaba a favor de una ley, la de áreas empresariales, no por convicción -había sido muy crítico con el texto durante su tramitación-, sino obligado por la dirección de su partido. La ejecutiva gallega considera que Seco vulneró el código de conducta interna al hacer pública su discrepancia con las directrices marcadas por la cúpula del partido. Al final será Ferraz quien decida si se le sanciona. Él ha pedido ámparo a la Comisión de Ética y Garantías, ante la indefensión que siente al haberse enterado como quien dice por la prensa de lo que se le viene encima.

Martín Seco era miembro de la ejecutiva que encabezó Gonzalo Caballero. Es un “gonzalista” que no nunca tuvo pelos en la lengua. Hasta se atrevió a alertar sobre las “purgas internas” que acabaría perpetrando el equipo de Formoso tras su victoria en el último congreso de los socialistas gallegos, a pesar de haber proclamado una intención integradora. El caso Seco es la espita a través de la cual afloran esta vez las tensiones que sigue habiendo en el PSdeG por las consecuencias de aquel congreso. Fue un duelo muy cruento, aunque la sangre no llegase al río. Las heridas, lejos de cicatrizar, siguen supurando y amenazan con infectarse. Los derrotados no se dan por vencidos y mantienen la esperanza de que la nueva dirección caiga bajo el peso de unos malos resultados en las próximas citas electorales, sobre todo en las autonómicas de 2024, que pintan mal.

Lo cierto es que a día de hoy el grupo de los socialistas en O Hórreo está dividido por la mitad. De un lado quienes comulgan con el “formosismo” y del otro, los críticos, los -todavía- afines a Gonzalo Caballero. Neutrales parece no haber. El sector “caballerista” se siente incómodo con la forma de trabajar y con la línea política que marcan González Formoso y Lage Tuñas. En ciertos ámbitos la consideran demasiado complaciente -o escasamente beligerante- con las posiciones del PP. El oficialismo les mantiene al margen de las decisiones estratégicas, incluso de las tácticas, que sin embargo han de asumir aunque discrepen abierta y fundadamente, como le ocurrió a Martín Seco. Sin llegar a romper la disciplina de voto, el diputado coruñés se desahogó al revelar que se veía obligado a votar favorablmente con la nariz tapada una ley que él mismo había descalificado con dureza. Puede que no fuera la primera vez.

En todos los partidos hay de vez en cuando disensiones, escaramuzas o incluso cismas, aunque no siempre trascienden. En el Pesedegá, sin embargo, no saben lo que es la paz interna. Si acaso hay treguas, más bien breves, entre batalla y batalla en un guerra interminable que transmiten en directo y en la que consumen buena parte de sus energías. Ahora le toca a Formoso, pero antes pasaron por ese mimo calvario todos los dirigentes del PSOE gallego, uno detrás de otro, prácticamente sin excepción. Ni siquiera Touriño, que encaramó el partido a la presidencia de la Xunta aglomerando facciones, se salvó de las insidias intestinas, que acabaron costándole la vida política. En el PP se frotan las manos al ver que los socialistas no escarmientan y siguen a la greña. En el Bloque, en cambio, hay cierta preocupación porque, aunque en algo les beneficie, si el PSdeG se desinfla, es Rueda el que tiene las de ganar. 

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