Opinión

Gonzalo Caballero, máster en resiliencia

No contempla abandonar la arena política. Gonzalo Caballero ha dejado claro que su intención es seguir en primera línea luchando por el modelo del Pesedegá en el que cree, el suyo, inequívocamente de izquierdas y galleguista. Quiere seguir siendo el portavoz parlamentario y para ello cuenta, de entrada, con el apoyo de la gran mayoría de los miembros del grupo socialista, que le son afines, aunque es consciente de que algunos de ellos no parecen dispuestos a jugarse la posibilidad de seguir ocupando escaño más allá de 2024 por enfrentarse al nuevo equipo de dirección del partido. No contempla otra posibilidad que la de seguir de diputado en Hórreo al menos hasta que pueda optar a otro cargo electivo. No porque necesite el sueldo (tiene las espaldas cubiertas por su condición de profesor universitario) sino por disponer de alguna plataforma institucional con la que tener una mínima visibilidad y que además amplifique sus mensajes.

Viene de abajo. En su larga trayectoria militante, Caballero perdió innumerables batallas internas, casi todas aquellas en las que contendió, y sabe muy bien lo que es una travesía del desierto. Acumula varios máster en resiliencia. Moral no le falta. Es lo que se dice un superviviente, que nunca se da por definitivamente vencido por duras que sean las derrotas que padezca. Por el contrario, la última, pese a ser la más dura porque le apea del liderazgo del partido, la encaja con aparente deportividad y con elegancia, pero también con el convencimiento de que no tiene por qué suponer el fin de su carrera política. Nada de pasar a la reserva, ni de cortarse la coleta. Con 46 años aún le queda margen para seguir toreando, para recuperar la secretaría general, volver a ser candidato a la Xunta y hasta presidente, si las urnas lo propician. Sanchista hasta la médula, su referente, y especialmente en esta situación, es el Pedro Sánchez derribado y hasta humillado, al que no lograron noquear, el que se levantó de la lona para volver a ser el secretario general del PSOE y conquistar La Moncloa. Caballero está convencido de que puede remontar y tomarse la revancha de quienes le ganaron las primarias y hacerlo incluso antes de que concluya el mandato de Valentín González Formoso. Todo puede pasar. Cosas más imprevisibles se han visto en la turbulenta historia del PSOE gallego, en el que la estabilidad interna fue siempre la excepción. Por eso Caballero quiere estar ahí, a disposición de la militancia, por si el formosismo no cuaja o, por aquello de los egos, empieza a perder parte del heterogéneo respaldo que acaba de lograr.

Ya sabe Caballero que su prioridad orgánica es conservar y afianzar los apoyos que evitaron la debacle. Ha de cuidar sus feudos de la Galicia Sur, empezando por la agrupación de Vigo, la suya, que es en sí misma un emblema dentro del socialismo galaico. Debe, sin embargo, sopesar cada movimiento táctico que emprenda para que no le acusen de ahondar en la división del partido que se ha evidenciado en el reñido proceso de primarias. Lo de remar a favor no puede ser solo una declaración de intenciones. Ha de notarse. Sabe por experiencia que tampoco le conviene entrar en todas las refriegas para no desgastarse infructuosamente. Se lo dicen sus cercanos: lo que procede es centrar los esfuerzos en la batalla ideológica y estratégica, fijando posiciones claras y marcando diferencias. En ese ámbito radica la mayor de sus fortalezas. La suya personal y la del proyecto que encarna. Bien lo saben los que acaban de derrotarlo.

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