Opinión

Jácome no tiene quien lo eche

Él a lo suyo. Jácome parece convencido de que seguirá siendo alcalde de Ourense hasta 2023. Mientras, incapaces de ponerse de acuerdo, PSOE y PP juegan al gato y al ratón, el ínclito hace como que gobierna. Aprueba obras y presenta proyectos, como si tal cosa. Erre que erre, se esfuerza en sacar adelante los asuntos del día a día, al menos aquellos para los que le basta contar con el apoyo de solo dos concejales. Trata de transmitir una sensación de normalidad, de que "la nave va" porque hay alguien al timón y de que se ve capaz de llevarla a buen puerto por más exigua que sea la tripulación que lo asiste y por mucho que los demás, desde dentro y desde fuera del Consistorio, se empeñen en que zozobre. Y van pasando las semanas y los meses sin que se vislumbre otro horizonte y con la ciudadanía resignada a sobrellevar una situación anómala de la ni siquiera los que votaron Democracia Ourensana se sienten responsables.

Cada día son más los ourensanos de a pie que empiezan a desconfiar de que tanto socialistas como populares tengan en realidad un verdadero interés en desalojar a Jácome. Y desde luego ninguna prisa. No parecen dispuestos a asumir los costes de un pacto con sus rivales políticos para generar un gobierno municipal estable. Da la impresión de que prefieren dejar que el problema, por demasiado maduro, se acabe pudriendo, aunque sea a costa de dañar irreparablemente la institución municipal y perjudicar los intereses de mucha gente. Casi ningún ourensano saldría indemne de la cronificación de la crisis, y beneficiados, sólo Jácome y sus incondicionales, precisamente porque no tienen nada que perder. Ni a tirios ni a troyanos les preocupa que el estado de ánimo de la ciudadanía, cada vez más indignada, tienda a responsabilizar del desaguisado más a ellos que al propio alcalde.

 A estas alturas está visto que la solución al sindiós de Ourense difícilmente vendrá de fuera. Lo saben todos los que están en el ajo, incluido Jácome. La crisis ourensana es un avispero en el que no hay solución inocua. Quien ose meter las narices en esa gatera se dejará muchos pelos sin garantía alguna de rentabilizar el objetivo final, si se logra. En las sedes regionales de PSOE y PP el desgobierno de la tercera ciudad de Galicia preocupa lo justo. Por eso dejan hacer a los dirigentes locales, sobre los que además en ambos casos apenas tienen ascendiente. He ahí otra de las peculiaridades de la política ourensana: que funciona en unas claves que a los foráneos se les escapan o directamente les resultan incomprensibles. Hay que vivirla para entenderla. No vale que te la expliquen los interesados. Es harina de otro costal, con la que fácilmente sale un pan cuando lo que se quiere hacer son tortas.

Para muchos, la última esperanza, aunque endeble, es que sea la Justicia la que desatasque la vida política municipal. Socialistas, populares y los compañeros de viaje de Jácome que ahora reniegan de él confían en que un juez lo acabe condenando por la financiación de su partido o por alguna de las polémicas decisiones que tomó y sigue tomando desde la alcaldía, cuya legalidad en más de un caso está cogida con pinzas. Mientras se obstine en seguir gobernando en precario, más posibilidades habrá de que meta la pata o se le pueda pillar en un renuncio. Pero la administración judicial es muy lenta y tortuosa. Además está atascada. No acelerará los procedimientos ni tomará atajos por más trascendental que sea el problema a resolver. De modo que lo probable es que una posible inhabilitación llegue demasiado tarde, cuando unas nuevas urnas hayan puesto las cosas en su sitio. O no, ya veremos. El caso es que, a día de hoy, Jácome no tiene quien le eche.

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