Opinión

El paradigma del "cazoquismo"

Nadie mínimamente avisado de lo que sucedía en el Concello de Ourense desde que gobierna Jácome puede sorprenderse por lo que se ha escuchado en la serie de audios difundidos por La Región. Porque, sin necesidad de estar en el ajo, lo que ahora se sabe es algo que se intuía o al menos se sospechaba. Su particular forma de entender la gestión pública ya había quedado de manifiesto con anterioridad en una larga serie de irregularidades o arbitrariedades, algunas de las cuales, incluidas las denunciadas por sus propios compañeros de viaje, todavía se están ventilando en los juzgados ourensanos. Desde su etapa en la oposición, Jácome evidenciaba un estilo tan estrafalario como desvergonzado de hacer política, que nada bueno podía presagiar para las instituciones donde desembarcase. Hasta alguien tan curtido en estas lides como Feijóo temía que, si llegaba a la alcaldía, podía ser “letal” para la ciudad .Y seguro que sabía de lo que hablaba.

Manuel Baltar tuvo que hacer de tripas corazón para investir alcalde a alguien que le consideraba a él y a su padre los prototipos del caciquismo y responsables directos de todos los males de Ourense y su provincia. De ese modo, tragándose el sapo de pactar con quien le tildaba de “psicópata con corbata”, conservó la presidencia de la Diputación. Porque, al parecer, los socialistas estaban dispuestos a recibir el apoyo de Jácome para conquistar el Pazo Provincial antes que permitir a Baltar gobernar en minoría a cambio de que el PSOE, ganador de las elecciones municipales, se hiciera con la alcaldía de la ciudad. Ahora, visto en perspectiva, queda claro que no sólo el PP baltarista alimentó a un monstruo sin escrúpulos cuyo despotismo nada ilustrado padecen más de cien mil ourensanos desde hace casi cuatro años. 

En las grabaciones desveladas por La Región, el Jácome que tanto se quejaba del caciquismo y venía a regenerar la degradada vida política ourensana queda retratado como el paradigma del “cazoquismo”, del dirigente político que pone el cazo cada vez que ha de adjudicarse un concurso, una obra o una concesión administrativa. Alguien que se lleva crudo el dinero público actuando como el capo de una mafia recaudadora, que además practica con total descaro el amiguismo y la arbitrariedad. Este tipo de comportamientos, además de inmorales y delictivos, son el habitual y más fértil sustrato de la corrupción institucionalizada, que tanto daño hace a la credibilidad del sistema democrático y que a su vez alimenta los populismos, los caudillismos y los desestabilizadores movimientos antisistema.

El “cazoquismo” no es una práctica corrupta que haya inventado él. Hasta ahí no llega la capacidad innovadora de la que presume. El cobro de comisiones ilegales es tan antiguo como el mundo mismo, pero, por lo que se deduce de los audios de marras, el todavía alcalde de Ourense la ejerce con un desparpajo, por exagerado, casi admirable. Como si fuera lo natural. Algo que no debería sorprender a quien haya seguido la trayectoria de un personaje que, tal vez por ser dueño de un tienda de instrumentos musicales, atribuye lo que le está pasando a maniobras orquestales en la oscuridad. Lo que sí resulta sorprendente, a la par que preocupante, es que aún pueda haber unos cuantos -no pocos- miles de ourensanos dispuestos a votar a Jácome, sabiendo lo que ahora saben por haber oído lo que oyeron. Si después del 28M el ínclito sigue políticamente vivo, es para hacérselo mirar. 

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