Opinión

Pero ¿alguien propone algo serio sobre Cataluña?

Supongo que esperar que desde los micrófonos en los mítines se expongan soluciones razonables para los problemas del país es algo simplemente quimérico. Sigo la campaña con esperanzas decrecientes a este respecto: por ejemplo, ¿hay propuestas que alienten a pensar que se tienen remedios para taponar la enorme vía de agua que se ha abierto en y con Cataluña? Respuesta: no.

A Inés Arrimadas le oigo decir que una aplicación del artículo 155 en Cataluña debería contemplar el cierre de TV3, que es "una máquina de incitación al odio". A Pablo Casado le escucho prometer una ley que castigue pitar el himno nacional (ya veo el titular: "miles de multados en la final de la Copa del Rey"). A Pedro Sánchez, la verdad, sobre Cataluña no le oigo casi nada. En Podemos reina la confusión sobre esta cuestión en particular, y no es la única: ahora, Iglesias se compara con Assange (será porque este último se ha dejado coleta, digo yo). Y de lo de Vox prefiero no hablar, porque me pone los pelos de punta.

Así que, si le digo la verdad, y sabiendo que estoy en minoría, tengo que reconocer que el único atisbo de solución, buena o mala, que he escuchado, fue lo del secretario general de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, que, en expresión no muy acertada, vino a proponer una manera de ir prolongando la "conllevanza" con el recio -y no, no es un elogio precisamente- independentismo catalán. Se pueden hacer cosas, pero por lo visto ni aquí ni allí las tolerarían y, entonces, a Iceta le llueven los palos desde los dos polos.

La campaña, al menos para "lo de Cataluña", no está yendo bien. Da la sensación de que los puentes están cortados, y que manda más el preso en Soto del Real que la delegada del Gobierno en Barcelona. O Santiago Abascal más que el presidente del Gobierno central. Todo esto traerá consecuencias y nadie quiere arriesgarse a perder un voto en, por ejemplo, Zamora, o Huelva o Socuéllamos, por correr el riesgo de aventurar una salida política, no estrictamente penal, a un conflicto que se nos enquista. Hemos hecho un frente irreconciliable: la España que quiere dialogar, pero no puede, con la Cataluña perdida, y, por otro lado, la de quienes la dan ya por perdida irremisiblemente y solo propugnan lazos, no necesariamente amarillos, sino más bien sogas, para sujetarla.

Hombre, lo de Cayetana Álvarez de Toledo en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde solo faltó que sufriera una agresión física, es sintomático. Siempre he creído que ella, que, por ejemplo, presume de no hablar catalán y ni falta que le hace, según afirma, no era buena candidata para Cataluña; pero un mínimo sentimiento volteriano a nivel universitario debería obligar a un comportamiento respetuoso con aquellos cuyas ideas aborreces. Sé personalmente de qué hablo cuando hablo de la UAB y de los vetos a quienes allí llegan "desde fuera".

Una lástima que una de las universidades que tuvo más prestigio en el país se escrache a sí misma de esta forma. Quisieron sus responsables hacer de este centro académico un faro de cultura plural. Ahora, eso ya tampoco parece posible. Ya digo: lo de Cataluña empieza a ser un agujero negro. No sé qué diría Einstein al respecto, pero bastantes, aquí y allá, empiezan a estar a millones de años luz unos de otros.

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