Opinión

Los (buenos) propósitos no tan secretos de Sánchez para 2021

Si todo le sale bien a Pedro Sánchez este año, puede que acabemos 2021 elogiándole, y así no tendrá él que caer en el feo vicio, que tanto practica, de la autoalabanza. No soy muy dado a confiar en la palabra del presidente, claro está: ¿quién podría hacerlo? Pero, al margen de sus siempre desconcertantes declaraciones, tengo que reconocer que ha agarrado por los cuernos a los dos morlacos más peligrosos que pululan por la política en esta piel de toro: el del secesionismo y el que trata de embestir a la forma del Estado. Lo que no se acaba de entender es por qué el señor Sánchez escoge siempre los caminos más tortuosos, el ocultamiento y la mentira para tratar de llegar a los que yo creo -confío- que son sus esperanzadores propósitos para los meses próximos.

Tomemos la última pirueta, por ejemplo: el salto del aún ministro de Sanidad, Salvador Illa, a la candidatura socialista a la presidencia de la Generalitat catalana. Una primera mirada podría hacer pensar en el despropósito de cambiar al responsable de la sanidad precisamente cuando comienza la campaña de vacunación más importante en la historia del país: Illa, a trancas y barrancas, había empezado a aprender el oficio en un ministerio que, de tradicionalmente inoperante, se había convertido en clave. Y, de pronto, zas, a competir en Cataluña el próximo 14 de febrero se lo llevan. Solo puedo explicármelo en un registro: se trata de fortalecer el constitucionalismo, tratando de que la opción PSC -que no es una formación independentista, aunque algunos lo quieran ver de otro modo- tenga una posibilidad de formar parte del próximo Govern, evitando que este tenga una composición exclusivamente secesionista.

Y, en ese sentido, entiendo el “paso a un lado” de Iceta, que es uno de los políticos con más visión que existen en la políticamente caótica Cataluña: Illa, cuyo rostro tristón y compungido tanto hemos visto en las televisiones, parece tener mejores expectativas de voto. El combate hay que centrarlo contra el independentismo, lo cual es algo que deberían haber comprendido los otros partidos constitucionalistas, enzarzados en robarse peones insignificantes. Y yo, desde luego, tras haber criticado no poco la gestión de Illa al frente de Sanidad, pienso que hay que apoyarle como cabeza de lista del socialismo catalán en las ya inminentes elecciones, si los rebrotes de la pandemia no impiden que se celebren el próximo día de los enamorados. Es preciso evitar que un triunfo aplastante del republicanismo independentista convierta esas elecciones en un plebiscito con el lema “Cataluña fuera de España”. Luego, con un PSC fuerte, cuya voz sea imposible desoír, llegará el momento de las negociaciones hacia una “conllevanza” que quizá tenga que incluir -yo lo entendería- el precio de alguna clase de indulto a los golpistas a cambio de una cierta tranquilidad y normalidad.

Luego está el papel de Sánchez en lo que respecta a la defensa de la Monarquía. Pienso que la iniciativa de forzar una “renovación” de la Corona, que es, me parece, una idea compartida con el presidente por el propio Felipe VI, no puede sino fortalecer la figura del actual jefe del Estado y, por tanto, de una institución en la que hemos de convenir que hacen falta cambios que la modernicen y la blinden de tentaciones ilegítimas para que sea realmente ejemplar. Y me parece que, tanto en la consolidación de la forma del Estado como en los esfuerzos por “normalizar”, si así puede decirse, la situación en Cataluña, Sánchez deberá buscar otros socios, otras complicidades, distintos a los que actualmente tiene en el Gobierno: la coalición con Unidas Podemos se hace cada día más insostenible para poder llevar a cabo los que yo creo que son los planes no tan secretos de Sánchez. Pero ya digo: al presidente le gusta complicarse la vida. Y complicárnosla.

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