Opinión

El día 22 nos va a caer algo más que el “gordo”

A Pedro Sánchez, siempre mimado por la diosa Fortuna, últimamente se le amontonan las fechas de manera poco deseable para él. Claro que la mayor parte de la culpa la tiene él mismo, por abrir tantos cajones al tiempo sin contar con el estudio ni el sosiego necesarios para cerrarlos ordenadamente y sin tensiones. Esta semana, de intensidad política muy poco propia de las fechas navideñas, va a confluir casi todo en el 22 de diciembre: será después de que el Tribunal Constitucional, en plena batalla “partidista” interna, decida este lunes si permite o no que el pleno del jueves en el Senado apruebe definitivamente las enmiendas al Código Penal y a dos leyes orgánicas que hacen referencia al gobierno de los jueces y al funcionamiento del propio Constitucional. Batalla jurídica y política (si es que ya no es lo mismo) va a haber para dar y tomar. Y, en medio, la confusión más absoluta entre las buenas gentes de la calle.

Así que la jornada lotera por antonomasia, que es siempre el pórtico de la Noche de paz y, por cierto, del mensaje del rey a los ciudadanos (que esa va a ser otra), tendrá esta vez connotaciones de batalla, ahora en el Senado. Déjeme recordarle que la que se prevé tormentosa sesión, si es que este lunes no la complica aún más la decisión del máximo órgano de garantías constitucionales, estará precedida por la ya mencionada reunión plenaria del TC; por otra, el martes, del Consejo del Poder Judicial; por la sesión de control parlamentario en la Cámara Alta del miércoles y el “cara a cara” en el Senado, el jueves, entre Sánchez y Feijóo. Ocasiones de tomar la temperatura a la tensión institucional, extendida a la aún mayor tensión parlamentaria, no han de faltar, no. Así que me parece que en lo último que vamos a pensar los periodistas, convocados a La Moncloa ese mismísimo jueves para la tradicional “copa” navideña con el Gobierno, es en a quién le toca el “gordo”. Porque para gordo, el lío leguleyo de baja estofa política que entre unos, otros y los de más allá tienen montado.

Dicen que el fin de semana ha estado lleno de angustiadas consultas telefónicas, de cabildeos y de afanes “conspiranoicos”: ¿cómo impedir desde el núcleo “progresista” del TC que los “conservadores” admitan el recurso del Partido Popular y paralicen la votación del jueves en el Senado sobre la reforma del propio TC, de manera que el Gobierno pueda hacer avanzar los nombramientos de dos magistrados “afines”? Porque esos nombramientos facilitarían al Ejecutivo socialista la mayoría en esa institución, tan importante para dar luz verde a los planes gubernamentales respecto a “movimientos” en Cataluña. Y es en el mantenimiento de una “normalidad institucional”, casi al precio que sea, en Cataluña donde Pedro Sánchez centra su estrategia “de fondo”, como “aspirante a estadista” para este final demencial de Legislatura que nos queda. Sin olvidar, claro, que un buen resultado electoral en Cataluña es baza clave para mantenerse en el Gobierno central.

Lo que ocurre es que el presidente se ha precipitado, según reconocen hasta los más allegados, entre los que, por cierto, no se cuentan los ex ministros “felipistas” que cenaron la otra noche en La Manduca: fue un error descomunal hacer coincidir las reformas del Código Penal, sedición y malversación, que deberían haberse tratado de consensuar, con las reformas de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, con las que se busca alcanzar una mayoría socialista en ambos organismos, ya caducados al margen de lo que preceptúa la Constitución.

Quería Sánchez, con esta apresurada mezcolanza de cosas que poco tienen que ver, dejarlo todo “atado y bien atado” para dedicarse en 2023 a hacer campaña con sus logros en pro de la convivencia en las “dos Cataluñas”. Amén, claro, de sus avances económicos, sociales y en el reconocimiento internacional. Sin percibir que la buena suerte no dura para siempre y que sus reformas -hasta una veintena de cosas de índole variada han de aprobarse en la Cámara Alta este jueves- iban a encontrar más hostilidad de la esperada en la ciudadanía, en la oposición y, por supuesto, entre las asociaciones mayoritarias de jueces, que, con un sector de los medios, se han convertido en los principales críticos de un Gobierno al que los togados conservadores llaman “irresponsable” y los cercanos “precipitado”.

Nadie parece capaz de predecir, en estos momentos, lo que ocurrirá en este lunes, este martes, este miércoles y este jueves en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Parece un arcano tan difícil de determinar como el número agraciado con el premio mayor de la lotería nacional en este “superjueves”, el día del “pleno escoba” parlamentario de fin de año que va a ser casi, a este paso, el fin de una época tal y como la conocimos y concebimos. ¿Se podrá aún evitar un desastre institucional? Y, mientras, la ciudadanía, al margen, forzada a ir a por uvas. Las de Nochevieja de este año van a presagiar un 2023 muy movido, ya lo verá usted.

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