Opinión

El diálogo con Cataluña es posible (quizá no entre políticos)

El diálogo entre Cataluña y el resto de España es posible. Quizá el entendimiento no sea pleno e inmediato, pero se ven posibles salidas, búsquedas hacia un acercamiento. La corrección entre los dialogantes es norma, incluso la cordialidad. Hay que fomentar los encuentros entre todas las partes, entre todas las sensibilidades. Incluyendo, desde luego, a quienes piensan que la independencia es la mejor salida y a quienes creen que aplicar la ley de manera estricta es la única solución. Que se pueden encontrar y dialogar los “indepes” y eso que se llama “constitucionalistas” pude palparlo en un encuentro interesante celebrado este pasado jueves en Madrid. Claro que no fue un encuentro entre políticos. Fue entre periodistas: veinte llegados de los medios catalanes más dispares y otros tantos de Madrid, Galicia, País Vasco y Andalucía.

Los periodistas son, somos, gente como los demás: tenemos cada cual nuestra alma política. Sobre todo si, como era el caso, nos dedicamos al análisis político. En el encuentro había colegas declarada y fuertemente independentistas, que trabajan en medios que no disimulan sus tendencias secesionistas. Y los había también de medios madrileños que piden soluciones radicales para evitar cualquier “procés” hacia la independencia. Todos discutimos calmadamente agravios profesionales de uno y otro lado, expusimos nuestros planteamientos y convinimos en que, al menos, hay que cuidar los aspectos semánticos, la no agresión verbal, como primer paso hacia un acercamiento que todos consideramos necesario en un diálogo que no estaba destinado sino a una reflexión interna, no a ser transmitido ni publicado.

Esta “cumbre” informal, que en mi opinión podría tener consecuencias interesantes en una prolongación con carácter quizá anual, constató la escasa información que, en general e incluso entre periodistas, teníamos los unos sobre los otros, los prejuicios que perviven, la idea anticuada que los catalanes tienen “de Madrid” y que en el resto de España existe sobre Cataluña. Nos asombramos ambas partes de que encuentros como el del jueves no sean algo frecuente, que aún sean noticia. Hay, comprobamos, posibilidades de conllevanza en el ámbito periodístico. Sí, pero, ¿y en el político?

Pienso que, en España, el mundo político va un paso por detrás del mundo real; y, si no, mírese el desafortunado brindis al sol de la presidenta madrileña sobre “ir a por” el Mobile Congress y traerse a Madrid un importante congreso que se celebra tradicionalmente en Barcelona. El encuentro entre las partes que piensan distinto parece más difícil que en los ámbitos “normales” de la sociedad civil, esa que llena cada día los puentes aéreos y la línea de AVE. Lo digo ahora a cuenta de la polémica suscitada por el próximo encuentro entre Pedro Sánchez, el hombre que ya ha empezado a gobernar y no precisamente en funciones, haciendo arquear muchas cejas con sus primeras decisiones, y el aún president de la Generalitat, Quim Torra, cuya situación de inhabilitación está sujeta, por increíble que parezca, a incertidumbres legales.

De momento, lo más atinado que puede decirse es que parece que la situación de Torra, aunque inestable, sigue siendo que falta una última sanción del Tribunal Supremo acerca de su inhabilitación, cierta en un inmediato futuro. Y, por tanto, sigue siendo el presidente de una autonomía española, la que vive una situación políticamente más delicada y la que puede emborronar -seguir emborronando- la trayectoria de la nación en cuanto tal. Y, entonces, para nada puedo condenar esa prevista “cumbre” entre Sánchez y Torra, por más que el primero -ya sabemos lo que vale su palabra- asegurase que no pensaba tener contacto con el segundo, vista su actitud desafiante y desabrida frente al Estado.

No es que uno espere gran cosa de esa reunión entre el presidente del Gobierno central y el cerril presidente de la autonomía catalana, la verdad. Desde luego, no figuro entre quienes, de manera algo gratuita, piensan, o al menos dicen, que Pedro Sánchez será el hombre que propicie la ruptura de España. Tampoco figuro entre los interlocutores del presidente, por supuesto, pero sospecho que él pretende precisamente lo contrario: llegar, como hizo Suárez en 1977 con Tarradellas, a una solución de convivencia, de conllevanza, que aplace por unos años el problema, ya que resolverlo de manera definitiva no parece ahora probable. Pero esa conllevanza ya es en sí una solución, mientras se reparan cañerías, se ajustan legislaciones -la española ya hemos visto que es actualmente insuficiente y, si no, véase el enorme conflicto judicial que nos atenaza-, se van cambiando mentalidades hoy ancladas en el inmovilismo de uno u otro signo.

Pero, entretanto, no tenga usted duda de que van a pasar cosas. Quizá unas elecciones autonómicas, si Torra resulta definitivamente inhabilitado, que resultará. Quizá variaciones en la situación carcelaria de los presos por intento golpista. Tal vez nuevos reveses procedentes de Europa. Y, en medio del torbellino, quizá convenga saber lo que piensa hacer la otra parte. No, no creo que la solución al completo esté en manos de Sánchez. Ni, desde luego, creo que Torra y su mentor en Waterloo tengan la más mínima posibilidad de lograr la independencia. Lo que sí creo es que hay que ensayar cosas nuevas, porque las que hemos puesto en práctica hasta ahora no funcionan. Y eso, al menos eso, los cuarenta periodistas reunidos este jueves lo constataron unánimemente: hay que verse las caras. Y puede que en esas caras atisbemos alguna sonrisa.

Te puede interesar