Opinión

Dos Españas: la del cero y la del uno

Las dos Españas machadianas buscan cualquier ocasión para enfrentarse y para hacer bueno aquello que decía Bismarck de que somos el pueblo más fuerte del mundo, tantos siglos empeñados en destruirnos y nada, ahí seguimos: ahora es el virus el que parte en dos al país. La mitad de los españoles que progresan en la desescalada (no me acostumbro a la palabra) este lunes, pasando a la “fase 1”, y la otra mitad, la de los que se quedan rezagados en la “fase 0”: la Comunidad de Madrid y la mayor parte de la de Cataluña, junto a buena parte de la Comunidad Valenciana y la Castellano-Leonesa, además de Málaga y Granada, en este segundo caso. Quizá los que están a la cola tarden apenas una semana más en pasar a la “fase 1”, quizá no. La cosa tiene, no obstante, mucha mayor trascendencia de lo que un observador ajeno a la idiosincrasia nacional podría apreciar.

Los viejos recelos territoriales nunca han desaparecido del todo; las dos Españas se ponen de manifiesto en rivalidades entre pueblos vecinos, en el eterno intento secesionista de algunas Comunidades (ahora, la Generalitat catalana quiere invitar al resto de los españoles a que allí acudan como turistas; lo que es la vida...), en las recetas económicas y, por supuesto, en las políticas. España se enfrenta a España en cuanto halla un pretexto para hacerlo.

Ahora son las Comunidades con mayor potencial económico -Madrid y Cataluña acaparan más del 45 por ciento del PIB total español- las más afectadas por la cruel pandemia. Y yo, que vivo en Madrid, tierra de todas las peleas políticas para lograr nada, le confieso que no estoy muy seguro de ser bien recibido en cualquier otra parte del territorio gracias al cruel cerrilismo que anida a veces en esta patria nuestra, donde otras veces hallamos espacio para la más magnífica solidaridad: los madrileños, habitantes del Wuhan nacional, somos apestados, como leprosos, contagiosos. Ahora, menos en Cataluña, mira por dónde.

Otras tierras, más empobrecidas, alguna vez miraron con comprensible envidia la “prosperidad” de Cataluña, de Madrid, de la Comunidad Valenciana; ahora ven que, los que antes iban detrás, ahora “progresan en la desescalada”. Y, en cambio, los “ricos” se quedan en la “fase 0”. Otra frontera que nos colocan, como antes nos impusieron la de la edad. U otras. Dígaselo a no recuerdo cuál ministra, pero la verdad es que la pandemia se ha extendido desigualmente no porque unos estén más al Este o más al Sur que otros: es que en unos lugares había más concentración de población que en otros. Nada más.

Ojalá esa comisión parlamentaria para la reconstrucción del país pudiese afanarse -si es que lo va a hacer en algo- también en los arreglos morales que esta nación precisa. La solidaridad entre los territorios, en los que la desigualdad crece, por ejemplo. Eso implicará un reparto justo de las cargas que va a acarrear la crisis económica y el previsible rescate europeo. Pero, en fin, no precipitemos acontecimientos, que todo, inexorablemente, llegará. Pero cuando vengan los “hombres de negro” a decir que en este país el gasto público es disparatado, ya verán ustedes cómo, entonces, todos habremos de igualarnos. Por abajo.

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