Opinión

Encuentros en la Puerta del Sol

Andaba quien esto suscribe por las cercanías de la Puerta del Sol, a donde me llevaba un trabajo inaplazable, cuando una pareja de mediana edad y aspecto tradicional, que por allí andaba y me había reconocido, me preguntó: “Oiga, usted que sabe de esto, ¿cree que esta gente vota a Podemos?”. Se refería a los integrantes de la algarada -bueno, algo más que algarada- que en aquellos momentos alteraba las calles adyacentes a la emblemática plaza madrileña. Gente joven, de entre diecisiete y veinticinco años, que no duda en enfrentarse cuerpo a cuerpo con la policía, en destrozar escaparates o en quemar autobuses, si se puede.

Protestan en Madrid, en Barcelona, en otras ciudades españolas, ahora por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. Un chaval, capucha y mochila como otros que corrían por allí, me dijo, con bastante buenas formas: “¿Ya venís los de las teles, los que encarceláis a Pablo Hasél, a contar mentiras?”. Le dije que ni estaba en misión informativa ni era partidario del encarcelamiento de Hasél, aunque agregué que es un personaje que me produce cierta indignación y mucho desprecio, “lo mismo que me indigna que andéis destruyéndolo todo a vuestro paso en nombre de la libertad de expresión”. Me miró desconcertado y se marchó, asegurándome que él no destrozaba nada, mientras yo intentaba alejarme de allí cuanto antes: no estaba la cosa para dar paseos.

Pero se me quedó grabada la pregunta de la pareja de viandantes. Esta gente, el chaval de ni siquiera veinte años que me había abordado, ¿vota a Podemos? Todo el mundo que me conoce sabe de mi perfectamente descriptible simpatía por el movimiento morado y creo que es sabida también mi pobre opinión sobre su líder, Pablo Iglesias, el hombre que no nos iba a dejar dormir si entraba en el Gobierno, profecía de Pedro Sánchez que el propio Sánchez se ha encargado de hacer cumplir. Sin embargo, dudo mucho de que la gente que ha incendiado calles en Lérida, en Barcelona, lanzado adoquines a los cristales en Madrid -la presidenta Díaz Ayuso mostró a la prensa uno de estos proyectiles- y herido a mossos d'esquadra se identifique con y vote a un Podemos que, sin embargo, se niega a condenar explícita y tajantemente a estos salvajes que ni saben lo que fue la revolución del 68 ni les importa.

Me parece que el movimiento de “Indignados” que salió precisamente a la Puerta del Sol aquel 15 de mayo de 2011 y que fue el embrión de Podemos, poco o nada tiene que ver con las turbas enfurecidas que se autotitulan anarquistas (ya quisieran), bukaneros, redskin, hinchas del Rayo Vallekano, movimiento okupa, movimiento antirrepresivo de Madrid y qué sé yo qué más. Aunque a veces dé la impresión de que el portavoz parlamentario de Unidas Podemos, Pablo Echenique, esté más cerca de las letras infames y soeces de Hasél que del verbo castelarino exigible a un diputado. Aunque en ocasiones el comportamiento grosero y faltón de Pablo iglesias se aproxime al belicismo chulesco de algunos de estos que se manifiestan por causas que no tienen gloria, y no me refiero solamente a lo de Hasél, que es el tipo menos glorioso que conozco, aunque me empeñe en ganarme la animadversión de muchos tuiteros por opinar que no debería estar en prisión, sino en el ostracismo.

“No, no creo que ellos voten a Pablo Iglesias; de hecho, dudo mucho de que la mayoría de estos voten. Ni tampoco creo que el líder de Podemos escuche los discos de Hasél en su casa de Galapagar, aunque de las preferencias estéticas de Iglesias puede esperarse cualquier cosa”, les dije, riendo, a la pareja. Rieron ellos también, pero no los convencí. Ellos estaban seguros de que aquellos tipos que incendiaban cubos de basura votaban a Podemos “y ya nos dirá usted qué hace Pedro Sánchez con gente así en el Gobierno”. La cosa, que es un tema muy de moda este de las controversias internas en el Consejo de Ministros, daba para largas explicaciones y ya empezaban a mirarme sospechosamente por mi respuesta, así que me despedí como pude y corrí a refugiarme de aquellos cafres que tanto mal estaban haciendo a mi querida libertad de expresión. Y al mobiliario urbano.

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