Opinión

Un martes que, al menos, tiene algo de positivo. Algo

Supongo que muchas de las portadas de las próximas horas recogerán el rostro de la ministra de Trabajo y ahora “promocionada” vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz: ella es la noticia, aunque ya no lo sea demasiado. Me parece correcta la trayectoria de esta abogada laboralista enemiga del ruido y que se conoce bien los temas, sabe negociar con patronal y sindicatos y nunca ha querido salirse de su papel; menuda diferencia con un Pablo Iglesias que se va con un paupérrimo caudal de trabajo en el Ejecutivo, donde ha sido, eso sí, pródigo en enredos.

Creo que las cuatro mujeres que ostentan ahora vicepresidencias figuran, cada cual a su modo y con sus respectivos claroscuros, entre los activos de un Gobierno irregular, al que la coalición y las alianzas para mantenerse en el poder han beneficiado muy poco. Cuando esto escribo desconozco, lógicamente, el alcance de la remodelación ministerial ideada por Sánchez; pero no hay motivos para no sospechar que será todo lo alicorta y rutinaria que quienes pensamos que los cambios deberían ser grandes nos tememos. El silencio, tan propio de los manejos políticos subterráneos en fechas semi-vacacionales, era ayer impenetrable, y ni siquiera se confirmaba de manera rotunda el “ascenso” a un ministerio de la aún secretaria de Estado para la Agenda 2030, Ione Belarra, un nombramiento que no es sino una herencia envenenada de Iglesias y que poco bueno , en mi opinión, nos deparará.

El Consejo de Ministros de este martes se celebra entre la batalla de Madrid, que aún no está en todo su lamentable esplendor, y la de Cataluña, donde vaya usted a saber qué ocurrirá finalmente con las negociaciones para la investidura del republicano Aragonés. Sin olvidar las pugnas internas que PP y PSOE mantienen en Andalucía y otros puntos. Así, entre (más) rencillas, se ha iniciado esta Semana Santa, marcada por los repuntes en los contagios que hacen presagiar una “cuarta ola”, y por una inusitada actividad policial para impedir los “desmadres” -así lo llaman ellos- de una ciudadanía con los nervios a flor de piel y la paciencia claramente agotada.

No quisiera adelantarme a los acontecimientos, pero sospecho que mucho más podría esperarse del Consejo de Ministros de este martes. Mucho más de lo que se nos va a dar: se hace política pequeña y mala con tanto exceso de tonelaje como nos faltan las vacunas, que es lo único que ahora debería importar. Es todo como un juego de ilusionismo, para hacernos pensar en otras cosas, y eso afecta también a la figura, ya he dicho que respetable, de Yolanda Díaz: se la nombra vicepresidenta porque Pablo Iglesias lo exigió, no porque vayan a cambiar sus funciones o su peso dentro del Gobierno. Pero ella es, al menos, el rostro sereno contrario al esperpento al que estábamos acostumbrados. Desde ese punto de vista, solo desde ese punto de vista, pienso que este martes puede considerarse un día positivo, algo positivo al menos, en el comienzo de una semana que va a ser más de pasión que de vacación y en la que no vamos a tener demasiados motivos de alegría, temo.

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