Opinión

La "mini-minicrisis ministerial" que prepara Sánchez

La salida de Salvador Illa del Gobierno central para convertirse en cabeza de lista de los socialistas catalanes ante las elecciones del 14 de febrero ha disparado las “quinielas” acerca de una remodelación ministerial más o menos amplia en la que, según algunos medios y fuentes monclovitas, estaría meditando Pedro Sánchez. La mayoría de las versiones indica que el presidente quiere hacer los mínimos cambios posibles: Carolina Darias por Illa y la entrada de Miquel Iceta en la cartera territorial de la señora Darias. Y punto. Si esto es así y renuncia a darnos sorpresas, Sánchez cometería, pienso, un error al quedarse demasiado corto en una remodelación ministerial que pide a gritos mucha más audacia, amplitud y determinación. Y que el inquilino de La Moncloa habrá de acometer de todas maneras, sin duda, en el transcurso de este año.

Los presidentes del Gobierno, al menos en España, se muestran siempre reticentes a cambiar a sus ministros: el próximo día 13 se celebra -es un decir, claro- el primer aniversario de este Ejecutivo de coalición que tantos sobresaltos se ha dado y nos ha dado a los ciudadanos. Los extraños compañeros de cama han diferido en muchas cosas, lógicas unas, no tanto otras y en la absolutamente clave cuestión Monarquía-República. Este va a ser un tema recurrente a lo largo de todo este año recién estrenado, que va a estar marcado también por las elecciones catalanas del día de los enamorados (si los rebrotes de la pandemia no lo impiden, claro) y por juicios e investigaciones judiciales muy sonados, que abarcan desde las cuestiones que afectan al rey emérito hasta a los implicados en el “procés” secesionista, pasando por la conclusión de largos procesos por corrupción.

Lo cierto es que el actual Gobierno, con un número excesivo de ministros y vicepresidentes -y no todos se llevan bien, lo que ya no es ningún secreto-, ni refleja las recomendaciones de austeridad ni muestra un buen funcionamiento: pese al autobombo oficial, ni la gestión económica ni la sanitaria registran plácemes universales precisamente. El desgaste se hace evidente en algunos ministerios y la desidia y hasta la incompetencia en otros. Y, por favor, no me hagan pasar revista a casos que son un clamor ciudadano: hay ministros y ministras cuya agenda parece estar en blanco y otros y otras que parecen utilizarla solo para incordiar a compañeros en el Consejo y ahondar la división entre las dos Españas.

Rearmarse frente a los desafíos judiciales y jurídicos que vienen, armonizar la actuación de las carteras económicas, dotar de un mayor rigor, de más credibilidad y transparencia a la portavocía gubernamental y, por supuesto, de una mayor eficacia a la lucha sanitaria, ahora que la vacunación “por autonomías” ha comenzado en serio, requiere iniciativas nuevas, ideas frescas, ímpetus renovados y, por tanto, algunos rostros menos gastados.

Pero Sánchez, una de cuyas falacias (o yerros) es asegurar que la Legislatura se agotará con las mismas caras en el Gobierno, no parece decidido ahora a dar el paso. Creo que está convencido de que los grandes retos que tiene frente a sí, desde inaugurar un entendimiento “de verdad” en Cataluña hasta recuperar el prestigio internacional perdido, además de fabricar una legislación que sustente la forma del Estado, puede llevarlos a cabo con el equipo que le rodea. Al menos, por el momento.

A veces pienso que el presidente cree que el timón del Estado lo pueden manejar él y su asesor áulico. El tiempo, no mucho tiempo, le convencerá de que el repliegue y el mantenimiento de la política actual, que habremos de convenir que a él personalmente no le ha salido mal del todo, ya no es el camino más acertado ni siquiera para sus intereses políticos particulares. España no se puede permitir mucho más de lo mismo. Que no digo yo que una crisis gubernamental digna de tal nombre sea la solución, conste; solo digo que sería un buen primer paso hacia el desbloqueo de tantas cosas, tantas.

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