Opinión

El pacto de Marivent

Cierto es que las expectativas periodísticas antes las reuniones anuales que se celebran desde 1977 en Marivent entre el rey y el presidente del Gobierno suelen frustrarse ante la parquedad de las declaraciones del jefe del Ejecutivo y el absoluto silencio, ya tradicional, del rey. Pero, no es menos verdad que este año el encuentro entre el jefe del Estado y el del Gobierno se produce en un clima de tensión aún superior al de los encuentros anteriores. En un clima de tensión casi insoportable, en verdad.

En este marco, el mutismo de La Zarzuela, tras la marcha del llamado rey emérito hacia paradero oficialmente desconocido, resulta especialmente clamoroso: son muchas las voces que piden explicaciones, que aclaren algo (al menos algo) la situación política más insólita que ha vivido España en cuarenta y cinco años, desde la muerte de Franco.

¿Quién debe producir esas aclaraciones? ¿El propio Felipe VI, como reclaman desde La Moncloa? ¿O debe ser Pedro Sánchez, para puntualizar cuál ha sido el papel jugado por el Ejecutivo en el insólito lance?

Llevamos cinco largos años sumidos en una enorme crisis política y solamente recuerdo que el monarca respondiese una vez en Marivent (el año pasado) a las preguntas a gritos de los periodistas con algo que no fuese una salida cortés. Esta última vez se atrevió a esperar que hubiese acuerdo entre las fuerzas políticas para llegar a formar un gobierno y se armó la que se armó. No faltó incluso quien acusase al rey de interferir en los asuntos políticos, acusación que, desde luego, era una demasía.

Pero ahora se espera de Felipe VI alguna declaración referente a su propio padre: cómo, por qué salió de España y dónde se encuentra y hacia dónde piensa dirigirse. Son “cosas de familia” en las que seguramente no debe entrar el presidente del Gobierno, que llegó a asegurar, creo que inverazmente, que desconocía a dónde había viajado Juan Carlos I tras su sigilosa salida de España.

Ignoro, por supuesto, si existe un pacto entre la Moncloa y la Zarzuela para hacer de esta “cumbre” en Marivent la sede de esas explicaciones que desde todos lados se reclaman.

Comprendo que la pésima gestión del asunto, en medio de un país alarmado por los rebrotes de la pandemia, abandonado por los turistas y con muy negras expectativas económicas, hace que dar cuenta de la verdad de este “affaire” que copa las portadas de los periódicos de todo el mundo se convierta en un sapo difícil de tragar. Pero, una nación que presume de democrática tiene que estar caracterizada por la transparencia a todos los niveles, desde la Jefatura del Estado hasta el último ministerio. Y no está siendo ese precisamente el caso.

Creo, sinceramente, que, pese a sus actitudes en ocasiones desdeñosas -el año pasado hizo esperar al Monarca casi una hora-, Pedro Sánchez está convencido de que tiene que apoyar a la Corona en estos momentos, cuanto menos, difíciles.

Me parece que los despachos veraniegos en Mallorca, desde los de Adolfo Suárez con Juan Carlos I hasta el último de Sánchez con Felipe VI, han estado siempre llenos de contenido de alta temperatura política, aunque nunca nos hayamos enterado: en boca cerrada no entran moscas periodísticas. Pero, los medios de comunicación no estaremos cumpliendo con nuestro deber si no reclamamos, como intermediarios que somos ante la opinión pública, que esta vez las cosas sean muy diferentes: demasiadas preguntas y casi ninguna respuesta no puede ser una definición sana de la democracia.

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