Opinión

La sombra de Moncloa llega a la Puerta del Sol

Imposible disociar las elecciones autonómicas de este martes en Madrid de lo que vaya a ocurrir en la política nacional. Que no digo yo, desde luego, y aunque otros comentaristas sí lo hagan, que de la votación para elegir al/a la presidente/a de la Comunidad madrileña dependa la supervivencia a medio plazo de Pedro Sánchez; claro que no. Pero lo que sí digo es que Sánchez ha arriesgado demasiado en este lance: sus asesores erraron convirtiendo estas elecciones en un cuerpo a cuerpo del presidente del Gobierno central contra la en teoría frágil figura de la “popular” Isabel Díaz Ayuso. Y eso, claro, va a tener consecuencias.

Se equivocó Iván Redondo en su estrategia, abandonada precipitadamente en la recta final de la campaña, pero ya demasiado tarde: ni Sánchez es invencible -salvo que las carambolas de la suerte vayan a acompañarle nuevamente- ni Ayuso era una insignificante política de la serie B. La Moncloa quiso proyectar su larga sombra también sobre el edificio de la presidencia autonómica, en la Puerta del Sol, y parece que la jugada no le ha salido del todo bien. Lo veremos dentro de unas pocas horas. Pero, en estos momentos, yo diría que la “táctica Redondo” ha perdido frente a la de Miguel Ángel Rodríguez, el hombre que ha llevado la campaña de Ayuso por derroteros a veces tremendistas, pero desde luego no anodinos: elevó el tiro, aceptando el desafío de situar a Ayuso directamente contra el presidente del Gobierno, dejando al candidato socialista, Ángel Gabilondo, en un incómodo segundo término.

Así, la leyenda de la infalibilidad de Sánchez ante las urnas quedaría plasmada en la eventual derrota de Gabilondo, que predicen los últimos sondeos conocidos por muchos, pero no divulgados por las absurdas prohibiciones legales. Y el mito de Redondo como el gran gurú también podría quedar resentido: ni debía haberse metido este funcionario, pagado con fondos públicos, en la campaña del PSOE ni, probablemente, deba una sola persona acumular tanto poder en tantos campos. Y menos cuando por sus manos pasa la responsabilidad tremenda de gestionar el reparto de esos fondos europeos que, junto con la vacunación, son la principal esperanza de los españoles para salir del tremendo atasco en el que nos hallamos. El excesivo “pluriempleo” de Redondo, el hombre en cuyas manos se ha puesto Sánchez, no da buenos réditos.

Las elecciones madrileñas dejarán en el dique seco a algunos políticos, señaladamente, dicen muchos, a Pablo Iglesias -eso va a cambiar muchas cosas-, y quizá al centrista Edmundo Bal, que se empeña en librar hasta el final una batalla nada desdeñable. Y potenciará rostros nuevos, especialmente el de Mónica García, uno de esos “milagros” que ocurren en la política española, en la que, como le sucedió a Salvador Illa, a veces basta con tener buena educación y ser una persona “normal” para que te conviertan en casi un estadista relevante, cosa que tampoco es la mujer a quien Errejón confió la candidatura de su partido, y que claramente le ha superado ya en popularidad y aceptación.

Cuando esto escribo desconozco, lógicamente, el resultado de la votación y apenas puedo guiarme por lo que dicen los últimos “trackings” de un partido y de una empresa demoscópica -no el CIS, que también hizo un polémico sondeo de última hora, cuando ya no se podía publicar-. Pero sí me atrevo a pensar que esta vez será al revés de lo previsto: la sombra alargada será la del edificio de Correos en la Puerta del Sol, y esa sombra se proyectará sobre el palacio de La Moncloa. Confío en que todos, al menos en esta ocasión, entiendan el mensaje de unas urnas crispadas como nunca jamás lo hayan estado, y mira que en Madrid, en materia de elecciones y de baja política, ha venido ocurriendo casi de todo.

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