Opinión

Aforamientos

A todas las iniciativas del Gobierno los dos principales partidos de la oposición responden con los argumentos de que no es el momento adecuado, o que no se trata de una demanda de la ciudadanía, o que no tiene carácter de urgencia, o que se percibe como una argucia para tapar otros asuntos incómodos, o que es el pago por los servicios prestados por los independentistas. Nada que no sea una rápida convocatoria de elecciones les satisface aunque en muchas de ellas haya un consenso básico por la vía de la aprobación o de la abstención como ha ocurrido en las votaciones de los decretos-ley que han salido adelante.

La reacción a la propuesta de reforma constitucional sobre los aforamientos de miembros del Gobierno, diputados y senadores, ha obtenido toda la panoplia de respuestas previstas pese a concitar un consenso básico. Aunque el diablo, como siempre, está en los detalles y en aprovechar para meter de matute otra serie de reivindicaciones y sugerencias que desvirtúan el propósito inicial como incluir la desprotección del rey, o la reforma de otros aspectos de la Constitución, y por supuesto la celebración de un referéndum sobre la modificación constitucional prevista que sería un instrumento de confrontación, entre el plebiscito y el repudio de la Constitución del 78 en su conjunto.

Es decir, que el problema no es que Pedro Sánchez haya propuesto una reforma constitucional que para empezar es de las más sencillas, que cuenta con un acuerdo básico y que acerca a los políticos -luego habría que modificar los estatutos de autonomía, como algunos ya tiene en marcha para abandonar los aforamientos autonómicos- al resto de la ciudadanía en la igualdad ante la justicia. Pero acometer un empeño de esas características necesita previamente de una cocina discreta para que llegue al Congreso con el camino para su aprobación allanado y sobre todo, más que con la oposición, con los socios convencidos de los límites previstos y de que el debate se circunscribirá a las Cortes.

Considerar que lo que ha pretendido el presidente del Gobierno es tapar la polémica sobre su tesis doctoral es pensar que un clavo se saca con otro y despreciar el funcionamiento de la labor de control de los medios de comunicación, que no se circunscribe a un solo asunto por día, aunque más preocupante sea que los propios medios den pábulo a esa posibilidad.

Si lo único que se pretende desde La Moncloa es que los adversarios se retraten, en lugar de pretender que se acabe con una situación que es una anomalía impropia de estos tiempos en un Estado de derecho con plenas garantías jurídicas, es también tener un concepto de la política con minúscula.  Habrá que esperar al texto del proyecto para saber si el Gobierno ha lanzado un globo sonda, un señuelo, o si realmente su propósito es avanzar en esa reforma sin que al abrir el melón se desparrame todo su contenido. 

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