Opinión

Dos avisos

A la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, no le quedaba otra alternativa que hacer lo que ha hecho, avisar de que será candidata en las primarias para elegir al secretario general del PSOE. El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ya ha avisado de su recurso por la condena de inhabilitación dictada por el TSJ de Cataluña por desobedecer al Tribunal Constitucional y de su deseo de permanecer en la vida política para volver a optar al cargo del que le despojó la CUP.

Con la presentación de su candidatura en dos tiempos, la presidenta andaluza dilata en el ínterin hasta el próximo día 26 las críticas sobre su decisión, relacionadas con la acumulación de cargos, la pertinencia de compatibilizar dos cargos como la presidencia andaluza y la hipotética secretaría general del PSOE, en el que tendría mucho que coser. Al mismo tiempo desgasta los argumentos de socios y oposición andaluza que demuestran su interés por quitarse de en medio a quien encarna al partido al que todavía no han podido ganar en las urnas, y de la que quieren acentuar el declive en su valoración y en el arrastre de votos para el socialismo andaluz.    

El aviso de Susana Díaz ha puesto, además, a todo el PSOE en estado de alerta. A los suyos y a sus adversarios. Los primeros porque le han exigido que diera el paso al frente y no van a dejar de utilizar todos los medios a su alcance, políticos, organizativos y mediáticos, para que su candidatura sea la vencedora, pese al grave contratiempo de su ausencia del Congreso y de que va a tener que trabajar mucho para quitarse varios sambenitos: el de ser la candidata de los barones y los ‘históricos’ del PSOE frente a las bases, que tienen una visión más izquierdista sobre el futuro de la socialdemocracia; el de ser la preferida por los poderes fácticos, que quieren un PSOE partido de gobierno cuya responsabilidad le impida dar un golpe en la mesa frente a tanta desigualdad. Y a sus oponentes políticos que, por razones contrapuestas, la convierten en su dirigente favorita, por la mayor facilidad para llegar a acuerdos con ella, o por resultar más fácil acentuar los desacuerdos.  Sus críticos dentro del PSOE, por lo pronto quieren que el proceso sea limpio y transparente. Lo más difícil será que, finalizado el cónclave de junio, las heridas se cierren rápidamente.

Los independentistas han recibido un serio aviso con las sentencia sobre el 9-N. Frente a la visión apocalíptica con la que ha sido recibida por su parte, ha generado respuestas dispares entre quienes esperaban una condena más fuerte y quienes la consideran suficiente -a la espera de que el Tribunal Supremo la case de manera indirecta con la sentencia sobre Francesc Homs por el mismo asunto-. La consecuencia es que puede dejar a Artur Mas, casi de forma definitiva, arrumbado en un rincón de la historia si las elecciones catalanas se adelantan.

La justicia ya ha avisado a los soberanistas de que los responsables de actuaciones ilegales tendrán una difícil supervivencia política, pero los jueces catalanes a la espera de los del Supremo, ha lanzado otro aviso a los dirigentes políticos de toda condición para que se busquen soluciones en ese ámbito. Las decisiones judiciales enmarcan el problema, pero no lo resuelven. 

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