Negar la existencia del coronavirus ha resultado ser cosa de mandatarios populistas. El primero fue Boris Johnson cuando la pandemia llegó a Europa, y a él le siguieron Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro, una vez que el virus cruzó el Atlántico. "Qué buena oportunidad hemos perdido de callarnos", han debido de pensar en algún momento todos ellos, sobre todo el primero y el último, ambos positivos en covid-19. Pese a la indignación generada a nivel mundial con las afirmaciones de los cuatro mandatarios, hay una diferencia fundamental entre el brasileño y todos los demás. Mientras la popularidad de Trump, Johnson y AMLO no se ha visto afectada por su gestión de la pandemia, la de Bolsonaro se hunde más rápido de lo que incluso él podía sospechar.
Que el presidente carioca se ha creído desde el inicio de su mandato por encima del bien y del mal es ya muy viejo. Su autoritarismo ha llegado a ser calificado por propios y extraños como un peligro para la democracia y tras polémicas destituciones y dimisiones entre sus propios ministros, en los últimos días hasta los militares, sus propios excompañeros que hasta ahora le han sido fieles, han amenazado con abandonar un barco que hace aguas. Quien fue elegido con un 55 por ciento de los votos ha visto en las últimas semanas cómo su popularidad se sitúa entre el 20 y el 30 por ciento.
Bolsonaro afronta simultáneamente una crisis sanitaria, pues desde su "inexistencia" el coronavirus ha matado ya a más de 65.000 brasileños; una crisis económica, ya que las estimaciones apuntan a una caída del 7 por ciento del PIB; y una crisis social producto del "mucho ruido y pocas nueces" con el que lleva gobernando desde el inicio y una crisis política en torno fundamentalmente a la dimisión de su ministro de Justicia, Sergio Moro, al conocer la intención del presidente de nombrar jefe de la Policía Federal a un colaborador cercano que le habría asegurado frenar las investigaciones en curso contra la familia presidencial.
Hoy, Bolsonaro es positivo en covid-19 y aparentemente se encuentra bien. Es una de esas personas que ha decidido tratarse con hidroxicloriquina y además grabarse en vídeo y en tono jocoso mientras ingiere este medicamento que en más de una ocasión ha sido desaconsejado hasta por la OMS por la falta de evidencias clínicas sobre su eficacia y por sus peligrosos efectos secundarios. Puede que él se salve de ingresar en la UCI por un empeoramiento de la enfermedad, pero lo que es seguro es que su mandato ahora mismo está en la unidad de cuidados intensivos.
