Opinión

La casa grande del centro

En tiempos de fragmentación política, todos los partidos aspiran a convertirse en “la casa grande” en la que tendrán cabida las formaciones que comparten espacio político, aunque se encuentren separadas por una visión más o menos radical de la aplicación de su ideología, para evitar que la dispersión tenga un coste electoral que limite sus aspiraciones de poder. El PSOE quiso serlo de la izquierda, sin conseguirlo, porque a los partidos situados a su izquierda les parecían más socialdemócratas que socialistas y porque cada cual quiere mantener sus señas de identidad. 

El Partido Popular, desde su ruptura con Vox en la moción de censura protagonizada por Santiago Abascal –“hasta aquí hemos llegado”- ha iniciado un nuevo viaje al centro –la broma dice que debe ser un lugar muy lejano porque nunca terminan de llegar a él- para convertirse en esa casa grande de los centristas y constitucionalistas que van desde los votantes de Ciudadanos desengañados con Inés Arrimadas, a los socialdemócratas conmocionados por las alianzas y decisiones de Pedro Sánchez, y si estuvieran por la labor, de algunos de los partidarios de Vox que les abandonaron, porque saben que la división en tres de la derecha les pone más difícil el inquilinato de La Moncloa. 

El presidente de los populares, Pablo Casado, quiere ser quien tenga las llaves de ese espacio común –“punto de encuentro”, lo llamó- desde la que realizar una política marcada por la moderación, la propuesta constitucionalista y el consenso y, por lo que dijo ante el comité ejecutivo nacional, con nuevas actitudes, comportamientos y formas de tratar a los demás. Bienvenido sea el retorno al centro del PP si eso supone que bajará el tono de la crispación que se ha instalado en la vida política -sin renunciar a sus propuestas- aunque resulta poco probable, dada la relación personal que mantiene con Pedro Sánchez, quien tampoco lo pone fácil con sus decisiones cesaristas, propagandísticas, o que minusvaloran el papel del Parlamento. 

Ahora bien, el movimiento se demuestra andando y más si se trata de un viaje al centro, porque arrimar el hombro o proponer acuerdos no es presentarse ante la ciudadanía con el ofrecimiento de su programa electoral que fue derrotado en las urnas como no ha dejado de hacer hasta el momento, y aportar una actitud constructiva para abordar la lucha contra la pandemia que no se ha visto hasta el momento. 

Pablo Casado se ha granjeado el apoyo de los barones con mando en plaza, que hasta ahora se habían mostrado más centrados que él y le advirtieron del peligro de confundirse con Vox. Ahora tiene que demostrar que es quien dirige la acción política del partido y que todos a una, incluida la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sigue sus directrices sin demarcarse y sin hacer la guerra por su cuenta, incluso en contra de sus propios colegas en otros gobiernos regionales. 

El PP ya ha demostrado en otras ocasiones ser la casa grande del centro reformista español, pero lo hizo en un contexto de bipartidismo, cuando agrupaba a todo el espectro político conservador, liberal y democratacristiano, y siempre cuando estaba en la oposición o no contaba con la mayoría absoluta en el Parlamento. Luego se aleja de esas posiciones se escora a la derecha y como Sísifo con la piedra tiene que volver a empezar el camino de retorno al centro. 

Te puede interesar