Opinión

Convención condicionada

La convención que este fin de semana celebra el Partido Popular en Madrid para poner a punto la maquinaria electoral e ideológica está marcada por dos hechos colaterales y uno de consumo interno: la celebración de la manifestación de las víctimas contra la política antiterrorista del Gobierno, la salida de prisión de Luis Bárcenas y el discurso de José María Aznar de ayer en la primera sesión del encuentro. Al término de la convención habrá algunas pistas acerca de por dónde van a ir las campañas, si a cuidar al electorado de la derecha que se ha podido sentir traicionado por la subida de impuestos y por una política sobre los restos del terrorismo etarra que han considerado demasiado condescendiente, o si van a dirigirse a recuperar el centro, a los votantes que están dispuestos a aplicar un voto de castigo a quienes incumplieron sus promesas y no resolvieron sus problemas. 

Las víctimas del terrorismo, que fueron ariete del PP contra la política antiterrorista del anterior gobierno socialista a pesar de que cumplió su objetivo, en octubre de 2011, que ETA abandonara la violencia sin conseguir nada a cambio, se han vuelto ahora beligerantes contra el gobierno popular. Y eso a pesar de que mantiene su política penitenciaria inalterada y que las posiciones en contra de la acumulación de penas cumplidas por los etarras en el extranjero dio lugar a una protesta de jueces por injerencia y que el Tribunal Supremo acabó dando validez a las tesis del Ejecutivo, aunque será una vez más el tribunal de Estrasburgo quien tenga la última palabra. Ni la detención de Santi Potros, ni la muerte de Bolinaga, cuya excarcelación está en el origen del malestar de las víctimas con el Gobierno, han satisfecho a quienes los dirigentes del PP consideran una pieza esencial de su estrategia.

La actitud que pudiera tomar el extesorero del PP, Luis Bárcenas, ahora en libertad provisional, a dejado de ser un arcano. De sus palabras a la salida de la cárcel se podían extraer conclusiones para todos los gustos, porque junto a su afirmación de que ni Rajoy ni el PP tenían nada que temer, lanzaba amenazas directas hacia quienes consideraba que no se habían comportado de forma adecuada con él -¿Cospedal?-. Pero sus declaraciones de ayer a la puerta de la Audiencia Nacional ya no dejan lugar a dudas de cómo se las va a gastar: que Rajoy conocía la existencia de la contabilidad paralela “desde el principio” -y exonera a Aznar-, ha vuelto a poner en circulación el fantasma de los ‘sobre cogedores’ y ha dicho que quien se ha beneficiado de la caja B ha sido “el partido” y por tanto deben ser más de los 300.000 euros que el juez reconoce a título lucrativo. Si Bárcenas ‘el fuerte’ quiere evitar las acusaciones de mentiroso compulsivo y de poner el ventilador en marcha no tiene más que presentar algún tipo de prueba que sirva para corroborar sus afirmaciones. Pero afirma que no tiene. En cualquier caso su presencia en la calle como símbolo de la corrupción puede condicionar toda la campaña del PP basada en la recuperación económica y en su pureza contable. 

Y Aznar ha vuelto para reparar el daño que ha hecho en otras ocasiones. Es la hora de cerrar filas -y quizá los ojos- porque en época electoral las divisiones se pagan y el expresidente suma por el flanco derecho.

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