Opinión

Cuestión de herencias

Cuando llegó al Gobierno, Mariano Rajoy dijo que debajo de las alfombras se encontró un déficit público de tres puntos con el que no contaba, que fue la causa de las duras medidas de ajuste aplicadas para evitar una intervención total, reducida luego a la del sistema financiero. Fue la “herencia recibida” a la que ha atribuido las políticas de recortes. En aquella ocasión el problema estaba en el disparado déficit autonómico, a pesar de que la mayor parte de las comunidades estaban gobernadas por el Partido Popular.

Las cuentas del Estado dicen ahora que el déficit lejos de situarse en el 4,2% del PIB comprometido con Bruselas ha aumentado un punto, y el hecho habría que buscarlo tanto en alguna decisión precipitada y al calendario electoral y ambas cosas están íntimamente ligadas. En un año en el que coincidían las elecciones autonómicas y municipales junto a las generales, sostener y no enmendar que el déficit público se iba a contener y no iba a aumentar era no estar al cabo de la calle, porque solo con dinero público en inversiones o sueldos se ganan algunas voluntades, caramelos que luego resultan amargos, mientras que desde el Gobierno se limitaban los ingresos para cumplir la promesa electoral de la bajada de impuestos –la presión fiscal española sigue por debajo de la media europea- y la Seguridad Social veía como caían sus ingresos como consecuencias de una política laboral de exenciones por un lado y salarios bajos por otro que limitan su recaudación.

Las consecuencias son que el alumno aventajado de Europa en cumplimiento de sus compromisos, el que más crecía con respeto a l resto de países, tenía una actividad económica que no servía para salvar los desequilibrios, y además cometía el peor pecado en política, faltar a la verdad –es de suponer que por desconocimiento, porque de otra forma sería aún más grave- y mostrarse orgullosamente herido ante las reconvenciones del comisario Pierre Moscovici, de tal forma que el mayor activo de la acción del gobierno, la rebaja del déficit y el cumplimiento con Bruselas que está en el origen de los recortes, no ha servido para mucho.

Y esto en pleno periodo de interinidad en el que el PP trabaja sobre todo con la hipótesis de la repetición de las elecciones, de tal manera que si su campaña anterior basada en la creación de empleo y en el éxito de sus política económicas, ofreció un magro resultado que derivó en la pérdida de 63 diputados, ahora se puede presentar ante la ciudadanía con las manos más vacías. Ahora no hay maestro armero al que reclamar cuando se han pregonado las excelencias de una política económica que ha ofrecido resultados a medias mientras que culpar del incremento del déficit, a los enfermos de hepatitis C, por muy caros que sean los tratamientos, parece una excusa de mal pagador no exenta de crueldad.

En efecto, herencia por herencia, la que ha de administrar el próximo gobierno no será fácil, pero desde luego servirá para unir a todos los partidos en una dirección: a la necesidad de cumplir los objetivos del Plan de Estabilidad. Es preciso unir la presión para lograr una moratoria en el cumplimiento de esas cifras. Y el partido de Mariano Rajoy debiera ponerse al frente de la manifestación.

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